Uno de los más de 600 "asesores militares" enviados por el Pentágono al sur de Filipinas para apoyar a las tropas locales que combaten a las guerrillas islámicas custodia el ingreso a un banco local, mientras sus camaradas hacen trámites en la institución. La exhibición de armas por personal vestido de civil no identificado no parece cuadrar con lo que debería ser el comportamiento de tropas extranjeras en un país anfitrión. La presencia militar norteamericana en Filipinas se interpreta como la segunda fase de la "guerra contra el terrorismo" que libra Washington.
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