Quince salas de exposición y 13 mil piezas de colección, entre animales taxidermizados y restos fósiles, colocan al Museo de Ciencias Naturales Angel Gallardo como uno de los más importantes del interior del país. Bajo sus techos conviven ejemplares en peligro de extinción, el dromedario embalsamado más grande de sudamérica y monos, osos y ñandúes que hicieron historia en el ex Jardín Zoológico del parque Independencia. Este patrimonio se comenzó a armar a partir de sólo 218 ejemplares que, en 1945, donó el Museo de Ciencias Naturales Florentino Ameghino de la ciudad de Santa Fe. De ahí en más, se puso en funcionamiento un laboratorio de taxidermia propio y se agregaron las donaciones de particulares, del antiguo museo de anatomía comparada de la Facultad de Medicina de la UNR, de la ex Biblioteca Vigil y piezas que se obtuvieron por intercambio con el Museo de Ciencias Naturales de Milán (Italia). Así, en 57 años, se acuñaron numerosas especies autóctonas en vía de extinción como el aguará guasú, el macá o el crespín, y otras más exóticas como un bisonte americano, el casuario de Nueva Guinea o el dromedario embalsamado más grande de sudamérica que alcanza los 2,40 metros. Estos orgullos conviven con otros animales quizás más comunes, pero cuyas anécdotas todavía despiertan sonrisas entre quienes se acercaron alguna vez al primer piso de Moreno al 700. Y, quizás la más recordada sea la de la chimpancé Juana. Hace unos cuarenta años, esta mona fue la principal atracción del ex zoológico municipal. Juana tenía sus vicios y quienes por aquella época se hacían la chupina no dudaban en alimentárselos acercándole un cigarrillo encendido que la mona pitaba vorazmente. Cuando murió de cáncer de pulmón, la chimpancé pasó a formar parte de la colección del museo. Uno de los osos malayos que forman parte del patrimonio de la entidad no es menos famoso. El animal fue la atracción principal de un circo que lo presentaba, por 1970, como el único oso que anda en bicicleta. Cuando abandonó las tablas fue taxidermizado en el laboratorio de la ex biblioteca Vigil y fue una de las varias piezas que, cuando esta institución fue cerrada, pasó a la colección del museo de ciencias naturales. La historia de uno de los ñandúes del museo no fue tan feliz. Vivió durante muchos años en el ex zoológico del parque Independencia y falleció después de ingerir una aguja de cocer que le provocó una infección en el estómago. Cuando lo embalsamaron encontraron en su vientre, además, 38 monedas de un peso y una lata de cerveza.
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