Año CXXXV
 Nº 49.377
Rosario,
viernes  01 de
febrero de 2002
Min 15º
Máx 28º
 
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Editorial
"Merchandising" universitario

En el marco de notoria incertidumbre que se vive en la Nación toda, la noticia -vinculada estrictamente con los sucesos de la ciudad- pudo despertar, en más de un lector de La Capital, una sonrisa de sorpresa. El rector de la Universidad Nacional de Rosario aseguró, y no hace falta para ello poseer dotes proféticas, que la institución deberá sobrevivir a un año "más que complicado", y luego comentó que se está analizando la idea de desarrollar un "merchandising" propio, es decir, apelando a una terminología más criolla, que se comercialice toda una gama de productos con el logo de la UNR. Ricardo Suárez agregó que la idea "todavía se está analizando y viendo las experiencias del extranjero", pero sin dudas que su comentario abre un panorama muy claro sobre la ardua realidad que padece la Universidad en el presente, acompañado -al menos- de la posibilidad de un paliativo. "Se podrían vender buzos, remeras, camperas, pins, lapiceras, cuadernos, cartucheras, bolsos y hasta ropa de cama con el logo universitario", se explayó el funcionario, y la reflexión que de inmediato se dispara es la de a qué extremos ha arrastrado la crisis a quienes se supone ocupan el lugar que ocupan para cumplir con tareas de otro nivel y, ciertamente, mayor envergadura.
Debe aclararse, para que no existan suspicacias de ninguna clase, que esta columna dista de intentar una crítica a las expresiones del rector. Ocurre que los datos son alarmantes: el Estado nacional todavía le adeuda a la UNR las partidas de gastos correspondientes a los últimos cuatro meses del 2001, más, por supuesto, la de enero del año en curso. A lo cual hay que sumarle la deuda de más de tres millones por las subejecuciones del proyecto del año pasado. Pese al nivel de morosidad registrado, Suárez hizo hincapié en que la UNR estaría en condiciones de pagar luz, gas y teléfono, y garantizar que las actividades académicas se cumplan con normalidad.
La palabra "normalidad", sin embargo, se reviste inevitablemente de amargos e irónicos matices. Si es que el país evita el naufragio inmediato, y se restablece aunque sea mínimamente algo parecido a una "normalidad" real, se tornará impostergable un debate honesto y a fondo sobre el futuro de la educación pública. Sus méritos, según lo verifica la propia historia argentina, son innegables. Pero habrá que buscar la manera de vehiculizarla con mayor eficacia. Sin sectarismos ni egoísmos, después -además- de que cada sector que participe en el deseable diálogo haya procedido a quitarse las anteojeras.


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