Año CXXXV
 Nº 49.377
Rosario,
viernes  01 de
febrero de 2002
Min 15º
Máx 28º
 
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cartas
El ruido se hará sonido

Desde chicos, desde los días de la escuela primaria, aprendimos que el sustantivo ruido está presente en dos de las canciones más caras al sentimiento de los argentinos: el Himno nacional y la Marcha de San Lorenzo que, por su letra y música, es la marcha más bella del mundo. Esa que habla de los ruidos en los campos del Convento; ruido de corceles y de aceros que inmortalizaron a San Martín, Cabral y Celedonio Escalada; al granadero Baigorria, al capitán Bermúdez y a los granaderos puntanos que aportaron su coraje al
histórico batallón. Hubo
ruidos de cañones con el almirante Brown y en la
Vuelta de Obligado. Se escucharon ruidos en un largo camino de la historia, transitado por Quiroga, Paz, Varela, Peñaloza, Dorrego, Lavalle, Lamadrid, Mansilla, Ramírez, Madariaga, López, Artigas, Andresito Artigas, Rosas, Belgrano, Güemes, Urquiza, Mitre y Roca. Se escucharon los ruidos desgarrantes de la triste guerra de la Triple Alianza, donde tuvo su bautismo de fuego Carlos Pellegrini; y ya
en nuestros días, los ruidos lejanos de la gesta insólita
de Malvinas. Pero desde
hace un tiempo, un nuevo ruido se sumó a las páginas argentinas, una nueva percusión se agregó al pentagrama de nuestra historia: el ruido de las cacerolas. La cacerola es el instrumento convocante; todo lo que sirva para expresar la bronca por lo que pasa. Y lo que pasa, es que el pueblo se cansó de tener los gobiernos que merece, y ahora quiere tener el gobierno que necesita. Si lo consigue, el ruido se hará sonido...
Edgardo Urraco


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