Como buen pescador, mucho le debía Hemingway a su piloto, a quien solía observar colocando carnadas y explicando la dirección de los vientos y las características de las corrientes marinas. En una ocasión que Gregorio Fuentes estaba por dejar el yate El Pilar, el escritor llenó dos vasos con ron, hielo y limón y amenazó con quemar el barco. Fue así que yate, novelista y marino siguieron juntos porque, "¿sabes tú, Gregorine, qué es la amistad? -le había preguntado el escritor un día en cubierta, luego de luchar contra un huracán- son dos historias que se juntan, eso es la amistad".
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