El rostro del recientemente fallecido Gregorio Fuentes era un mapa de las peleas que debió librar contra furiosos huracanes, aunque nunca soltó el timón de su barco ni varió el rumbo aventurero de una vida que se prolongó por 104 años.
Solía festejar con una sonrisa cada vez que los cables noticiosos anunciaban su fallecimiento -la última vez en enero de 1997- mientras seguía en el puerto de Cojimar, en las cercanías de La Habana fumando sus seis puros diarios y bebiendo una bebida explosiva, el "cubanito", un trago de ron, jugo de tomate y ají picante.
Desde mediados del 30 fue el capitán del barco El Pilar del escritor norteamericano Ernest Hemingway, quien solía llamar a Gregorio, "mi compañero de armas". Su vida fue una embarcación que capeó guerras y temporales, como el que azotó a Cuba en 1944 con una velocidad de más de 300 kilómetros por hora; en esa ocasión sorteó el ciclón y de nuevo recibió del novelista el respeto y la amistad.
Mirar atrás es convertirse en forastero de uno mismo; eso mismo parecía pensar el marinero en una mesa del restaurante La Terraza, el más popular de Cojimar, cuando observando de reojo el retrato de Hemingway colgado en una pared, solía murmurar: "Si pareciera que me está mirando".
El "Papá" yanqui
Gregorio, ataviado con su infaltable gorra de beisbolista, solía romper su silencio para contestar saludos de los parroquianos o para levantar los vasos por el "encuentro", con algún curioso que llegaba a conocerlo y a preguntarle sobre "Papá", como él había apodado a Hemingway.
Si el visitante le caía bien, podía mostrarle su foto preferida, aquella que le tomaron junto al escritor con un enorme pez aguja sostenido a modo de trofeo.
El capitán del Pilar había llegado a Cuba a los diez años desde Canarias, con un permiso de sus padres que lo había convertido de polizonte en joven marino. La cuestión, decía, siempre fue "hacerse al mar".
El tema que se imponía en la conversación con Fuentes era su experiencia junto al autor de "Adiós a las armas": "Lo conocí en 1928 en las islas Tortugas; era la época de la ley seca en Estados Unidos y Hemingway contrabandeaba ron Peralta. Escapaba de una tormenta a bordo del yate Anita; yo lo ayudé y terminamos con toda la tripulación en mi lancha tomando vino. «Papá» había preguntado por el capitán, cuando me presenté me dijo a la cara: «Es usted muy joven», recuerdo que le respondí: «La necesidad obliga»", contó a este cronista.
Lejos estaba el español de imaginarse que por muchos años sería el compañero de navegación y aventuras del premio Nobel de literatura. El Pilar, adquirido por un pago que la revista Squire le abonó al escritor por sus crónicas africanas, necesitaba un capitán.
Hemingway eligió para pilotear su yate al joven marino que había conocido en las islas Tortugas. Así, el trío Hemingway-Fuentes-Pilar, inició su férrea amistad.
Gregorio entornaba los párpados cuando recordaba la pulseada que le ganó a un marinero negro, de boina y pañuelo al cuello, en una escena de la película "El viejo y el mar". Le había tocado doblar al actor Spencer Tracy.
El borrador de la novela tenía una historia: "Fue después de la Segunda Guerra, íbamos navegando y encontramos en un bote a remo a un anciano con un muchachito pescando algo grande. «Papá» se acercó ofreciendo comestibles, pero el viejo creyó que le iba a robar la presa y se molestó". Agregaba, que él mismo le sugirió al escritor el nombre de la novela.
Más y más recuerdos
Entre los recuerdos de Gregorio, desfilaban la condecoración a El Pilar con la medalla de la Cruz de Bronce por haber perseguido submarinos alemanes durante la guerra, y la campera, obsequio de "Papá" durante una travesía de aquella embarcación artillada. El le correspondió a Hemingway regalándole un gato, que con el nombre de Boise entró a la casa cubana -La Fina Vigía- y luego a la novela "Islas en el golfo".
Cuando el escritor ganó el Nobel -solía rememorar Gregorio- le hicieron una gran fiesta en los jardines de una cervecería habanera; allí Hemingway decidió donar la medalla de oro concedida por el galardón a la Virgen de la Caridad, patrona de los pescadores locales.
En 1961 Hemingway se suicidó; Gregorio, miliciano en la provincia de Santa Clara se enteró por un diario. Consternado, dijo en esa ocasión: "Un año antes me había visitado para despedirse porque se iba a España. Nos tomamos algunos tragos; él se acababa de hacer una revisión médica, estaba bien".
Ahora, 41 años después, el marino Gregorio Fuentes apoyó por última vez su cabeza en la almohada para escuchar el mar.