Año CXXXV
 Nº 49.365
Rosario,
domingo  20 de
enero de 2002
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La Amia también fue escenario de saqueos y avivadas de vecinos
Varios testigos dijeron que la policía le escondía datos enviados desde Israel a los investigadores

Robos a comercios, saqueos de departamentos, improvisados que alquilaron puertas a vecinos damnificados y fuerzas de seguridad argentinas y extranjeras que competían entre sí en vez de ayudarse fueron algunos episodios ocurridos inmediatamente después del atentado terrorista a la Amia.
La semana última, el relato de vecinos y comerciantes de la cuadra porteña de Pasteur al 600 en el juicio oral por el ataque reconstruyó otro tipo de pérdidas -y de miserias- que dejó al descubierto el ataque terrorista más cruento que sufrió el país, con 85 muertos y centenares de heridos.
El testigo Carlos Lugo puso al descubierto el clima en que trabajaron integrantes de fuerzas de seguridad que parecieron competir entre sí en vez de colaborar para intentar recolectar la mayor cantidad posible de evidencia.
"Las fuerzas de seguridad no se entendían entre sí, a los israelíes se les escondía un poco, se los separaba. Había un traductor que más o menos hablaba castellano pero no servía de mucho", explicó.
Lugo vivió durante unos diez días en el bunker que instalaron en el local donde trabajaba, junto a la mutual, policías y bomberos argentinos, a quienes luego se sumó un equipo antiterrorista llegado de Israel.
"Los israelíes querían saber qué se había encontrado y se les escondía, además no entendían", aseguró este hombre que -a sólo minutos del atentado- corrió por la calle a un saqueador que salía de su negocio semidestruido llevándose una máquina de escribir. Las fuerzas de seguridad "no daban cabida para trabajar en grupo, parecía como que se escondía un poco y los israelíes estaban como si estuvieran perdidos dentro del local".
"Apenas ocurrido el atentado, un hombre apareció en la esquina de Pasteur y Tucumán y nos ofrecía a los vecinos alquilarnos puertas para colocar en reemplazo de las destruidas en nuestros departamentos. Tuve que alquilarle", recordó Alejandro Verri al hablar en el Tribunal Oral Federal 3.
El plomero Luis Benlliure llegó junto a los escombros segundos después de la explosión. "Nadie se animaba a acercarse a ayudar a las decenas de heridos que deambulaban perdidos por la calle, miraban sin hacer nada, yo los llamaba para que vinieran a ayudar pero nadie se acercaba". "Fui a la esquina, paré un colectivo y empecé a subir a esta gente ensangrentada", recordó.
A Gustavo Vicente, dueño de un restaurante en la cuadra, alguien le forzó las rejas del comercio. "Se tomaron todas las bebidas y dejaron los envases tirados en la vereda", aseguró.
Gran parte de los vecinos del edificio de Pasteur 632, frente a la Amia y totalmente destruido por la bomba, se encontraron al volver con faltantes de dinero, cámaras de fotos y otras pertenencias, como contaron a los jueces Gerardo Larrambebere, Miguel Pons y Guillermo Gordo.
"Hubo saqueos de dinero y efectos personales", aseguró el contador Martín Strajman, morador de este edificio donde murieron varias personas, entre ellos el encargado Ramón Díaz, cuyo torso apareció con un amortiguador de camioneta Trafic incrustado. (Télam)



En medio del caos, alguien ofrecía puertas en alquiler.
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