Año CXXXV
 Nº 49.365
Rosario,
domingo  20 de
enero de 2002
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El entusiasmo por pedalear crece; el reclamo por bicisendas también
Andar en bicicleta en Rosario sigue representando un riesgo
Médicos emergencistas advierten por el número de accidentes. ¿Por qué no se instalan bicicleteros?

Daniel Leñini

El entusiasmo (y también la necesidad) creciente de muchos rosarinos por la bicicleta sigue enfrentándose a un grave escollo: los funcionarios no le encuentran la vuelta a la ciudad para sumar bicisendas y encima quedó paralizado -por la suspensión del crédito internacional- el proyecto más ambicioso que las contemplaba en largos kilómetros: la remodelación de los ingresos por Pellegrini, Oroño, Travesía, Provincias Unidas y un par de avenidas más.
Mientras tanto, el cuerpo de emergencistas del Sies (sistema público de ambulancias: teléfono 107) y del Hospital Clemente Alvarez advierten cómo trepa el número de accidentes. "Están a la orden del día, pero lo más grave es que los ciclistas atropellados quedan con secuelas graves por politraumatismos y fracturas; otros mueren", dice el médico Juan Carlos Ciarroca, del Sies. "Lo que crece también es el accidente causado por el conductor que abre la puerta del auto y se la traga el ciclista", añade.
Miles de trabajadores (obreros de la construcción, empleadas domésticas, municipales, porteras, etc), universitarios y adolescentes pedalean todos los días, en una ciudad en la que si se la divide en dos, de Córdoba-Eva Perón al norte por ejemplo (300 mil habitantes) no tiene un solo metro de bicisenda. Aunque por ahí corran anchas avenidas: Alberdi, Rondeau, Avellaneda, Casiano Casas, Granel, Sorrento y de la Costa.
En el centro tampoco hay ciclovías y además se suma otra carencia, notada por el mayor fabricante local de bicicletas, Ernesto Aita: "Debería imitarse a las ciudades europeas y colocarse bicicleteros en las plazas céntricas; aquí no hay ninguno. Así la gente podría llegar al trabajo o a hacer trámites y dejar la bicicleta. Y las playas de estacionamiento deberían tener lugares gratuitos donde apoyarlas y colgarlas".
Roberto Fain, director municipal de Seguridad y Circulación Vial, admite que "es necesaria una respuesta efectiva a la cantidad de ciclistas que hay", aunque advierte que "no es un tema fácil". Y grafica con un ejemplo: "La bicisenda trazada en la vereda, por ejemplo, desembocó en problemas: los vecinos de avenida San Martín, de Ayolas a Rueda, la resisten y los de bulevar Avellaneda, desde el cruce con Alberdi a la cancha de Central, la impidieron".
Otro problema son los robos. Lugares donde se repiten los atracos son precisamente tramos de bicisenda: bulevar Oroño al 4500, cruce de vías, y la unión de Perón (ex Godoy) y 27 de Febrero son dos de los más conocidos. En el primero la calzada destruida obliga a demorar el paso y de acuerdo a los testimonios, en ese momento irrumpen chicos de la villa amenazando con navaja o revolver. En Perón y 27 de Febrero, zona oeste próxima a villa Banana, las víctimas suelen ser chicos y mujeres a las que empujan al suelo.
Un comerciante, Sebastián Giménez (Godoy al 3400), dice que "ocho de cada diez compradores de bici llegan al negocio porque la anterior se la robaron. Es increíble", se alarma y apunta que "les roban a los pibes en cualquier plaza de barrio y también en el Parque España: llegan en bici y vuelven a pie".
Giménez hizo hincapié en el impacto de la crisis: "Si antes se vendían cinco bicicletas por día ahora se vende una. Tuve a mi cargo una fábrica con 36 empleados (bicicletas Moonbyke), pero la entrada de productos importados nos mató. De aquello no queda nada".
Además de ser contadas, las ciclovías en Rosario difieren unas de otras y obligan usar más de un manual: en avenida San Martín, de Ayolas a Rueda, van por la vereda y cruzan por entre las mesas de los bares y pizzerías; en Entre Ríos y en Buenos Aires están pintadas a la izquierda (nadie se siente seguro, no son utilizadas); en Presidente Perón (ex Godoy) son acordonadas y paralelas al cantero central (las más exitosas hasta ahora); en Uriburu y Oroño, corren por la mitad del cantero central (los saltitos en cada esquina les disgustan a muchos conductores y eligen por el pavimento).
Aita, conocedor, advierte que "en realidad el argentino tiene pruritos y le parece que andar en bici le resta estatus. Ahora se anima un poco más porque se agregaron los cascos y otros accesorios caros que dan nivel", explica.
"En otras capitales hay hombres de 40 años sobre patines comprando en los hipermercados y es lo más normal del mundo. Acá lo fulminarían con la mirada".
Aita advierte otro detalle: "Mucha gente va a pedalear al parque Urquiza. Allí deberían eliminar una de las dos manos para autos y que sea exclusiva para bicis. Por ejemplo, que los autos entren por Montevideo y salgan por frente al bar Munich, por la derecha; la izquierda, en tanto, dejarla libre para las bicis prohibiendo incluso el estacionamiento. Al Parque Urquiza va mucha gente porque se siente segura".



La gente usa más bicicletas pero la seguridad falla.
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