Año CXXXV
 Nº 49.365
Rosario,
domingo  20 de
enero de 2002
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El viaje del lector
Una vuelta por el Altiplano
Curiosidades de un itinerario que comenzó en el Salar de Uyuni, Bolivia; siguió por San Pedro de Atacama, Chile, y culminó en Salta

Acostumbrada a viajar para documentar diferentes festividades religiosas realizadas en pequeños poblados del noroeste argentino y chileno, me había quedado pendiente desde el año pasado, Iruya y sus festejos para el día de la Virgen de Rosario, ubicada en el norte de Salta.
Esta vez había conseguido una compañera de viaje, con la que queríamos recorrer el Salar de Uyuni (Bolivia), cruzar a San Pedro de Atacama (Chile), para luego a través del Paso de Jama (Jujuy) retornar a la Argentina.
Así, preparamos nuestras mochilas y tomamos un vuelo temprano desde Rosario a Salta, lo que nos daría tiempo suficiente para llegar y hacer la conexión a Humahuaca y luego a Iruya.
En Humahuaca nos esperaba el transporte que nos llevaría a Iruya por la festividad y la tradicional feria de trueque, que se realiza en el lecho del río del mismo nombre, el día domingo.
Tras abandonar la comodidad del asfalto de la ruta nacional Nº9 tomamos hacia el noreste el camino de tierra. Veíamos las montañas que se mostraban soberbias contrastando con el cielo azul impecable, sin la más mínima nube. El paisaje ofrecía un espectáculo de belleza al ir cambiando sus colores: ocres, verdes grisáceos, beige dorados, rojizos y luego a lo lejos, verdes "oasis" con sauces llorones.
Llegamos al pueblito de Iturbe, donde parece que el tiempo se hubiera detenido, y tomamos un té de coca para ahuyentar el "cuco" del apunamiento.
Llegar a Iruya es algo realmente mágico. Uno piensa que no es posible encontrarse en ese lugar, maravillándose de la visión que ofrece este singular pueblito perdido entre las montañas. El camino por el cual veníamos, flanqueado por paredones rojizos y la huella seca, termina en la plaza misma de piso empedrado, en la cual se yergue la iglesia con su cúpula celeste de arquitectura que data del año 1753.

Procesión de la virgen
Estábamos a 2,700 metros y la altura se nos reveló al tener que remontar las empinadísimas calles empedradas hasta la hermosa hostería de Iruya. Nos alojamos y más tarde nos dirigimos hacia la plaza que se encontraba colmada de público del noroeste argentino, Bolivia y turistas europeos.
Los festejos se iniciaron con una procesión encabezada por personajes que representaban el torito, los caballeros, los cachis y el negro, quienes durante todo el trayecto realizaron una coreografía en adoración a la Virgen del Rosario y San Roque.
En dicha celebración se reviven antiguas costumbres de tradición indígena, de orígenes pre-hispánicos, y algunas enseñanzas del catolicismo. Esta representación es llamada la Adoración de los Cachis.
Posteriormente en una inmensa fogata se realizó el sobrecogedor ritual de la bendición del fuego, llevado a cabo por un sacerdote. Todo terminó con los infaltables fuegos artificiales.
Otro acontecimiento es la feria, que se ubica en el lecho del río Iruya, donde los puesteros venidos de lejanas comarcas venden o intercambian desde papas, sal, tejidos, frutas, carnes, cueros y hasta electrodomésticos.

Traslado en tren
Luego partimos para llegar a La Quiaca y tomar el tren que salía de Villazón (Bolivia) hacia Uyuni. El frío es cosa seria en estas altitudes, tanto que cada coche llevaba gruesas frazadas extras.
Uyuni es un pequeño pueblo situado a 3.900 metros de altura que vivió de las explotaciones mineras y fue importante centro de distribución de la red ferroviaria. Al entrar en crisis los emprendimientos mineros, el poblado decayó y hoy vive del turismo y la explotación de sal.
Lo primero que hicimos el día que llegamos fue contratar el tour en 4x4 que nos llevaría por el salar. Se pueden elegir travesías de uno o dos días y recorrer los salares o animarse por el de 4 días para llegar a Las lagunas Colorada y Verde y los géisers incluidos. Como queríamos dormir en los hoteles de sal y terminar la travesía en San Pedro de Atacama (Chile), optamos por la travesía de 4 días.
Habíamos leído que el salar, que tiene una superficie de 12.000 km2 recordaba la Antártida, y no se equivocaron con la comparación.
Cerca del mediodía llegó la camioneta 4x4 que nos pasaría a buscar para proseguir el recorrido. Nuestros compañeros de viaje resultaron ser una joven alemana, un alemán y su esposa de nacionalidad húngara y un muchacho escocés.
Nuestro destino siguiente era Isla Pescado, a 3.800 metros de altura. El lugar tiene unas formaciones rocosas que presentan una porosidad extraña y de gran altura, en las cuales hay cuevas. Lo más destacable son los cactus que cubren la isla.
Hacia el atardecer abandonamos el salar para dirigirnos al pequeño pueblito de San Juan y nos alojamos en un albergue. Recorrimos las polvorientas calles, había una especie de encanto en ese atardecer tranquilo: las casitas de adobe, pastoras con sus rebaños de ovejas y chivitos arriándolos a los corrales donde pasarían la noche.
El paisaje es árido pero bello, el suelo es en momentos arenoso y luego pedregoso. Pasamos por las lagunas Chiguana, Cañapa, donde observamos especies de flamencos.
Luego partimos hacia los géiser, que tienen un nombre tan bello como el espectáculo que ofrecen: Sol de Mañana. Seguimos ascendiendo hasta llegar a los 4.900 metros de altura. Un fuerte olor a sulfuro nos invadió proveniente de fumarolas y pozos de lodo hirviente de color grisáceo que formando burbujas salpicaban alrededor.
Nuestra última parada antes de cruzar a Chile fue Laguna Verde a 5000 metros de altura, y luego nos dirigimos a San Pedro de Atacama, un pueblo muy pintoresco que alguna vez fue reducto de grupos hippies, por lo que hoy tiene un aspecto especial reflejado en la decoración de los cafés y locales de artesanías.
Nuevamente en camino, esta vez hacia Argentina, cruzaríamos por el paso de Jarna que está a 4.000 metros de altura.

Salta, la linda
Llegamos a Salta después de un largo viaje. Al día siguiente, debíamos tomar nuestro vuelo a Rosario, de modo que nos dio tiempo para hacer un pequeño city-tour por la bien llamada "la linda". La Iglesia Catedral del Señor de Los Milagros deja sin respiro al ver sus altares realizados con tanta exquisitez. La antigüedad de las imágenes, tanto del Cristo, Señor de los Milagros que data del año 592, como la de la Virgen de los Milagros, son imperdibles.
No pudimos evitar almorzar en un lugar de comidas típicas, donde saboreamos las exquisitas empanadas salteñas y las riquísimas humitas y tamales. Finalmente tomamos el vuelo de regreso a Rosario, atesorando los gratos momentos vividos, las amistades cosechadas, los paisajes, las costumbres y las sorpresas halladas a lo largo del camino.
Luz Ovalle de Semino



Las montañas se elevan hacia un cielo diáfano.
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