Mauricio Tallone
Convertido en una de las promesas con más futuro de este joven plantel canalla, y con una historia con la pelota como principal protagonista, el Loncho espera que el 2002 sea el año de su despegue definitivo. A su madre le llamó mucho la atención. Tambaleante y algo temeroso, su hijo de 11 meses, que una semana atrás había estrenado los primeros pasos, encaró la pelota de cuero apostada sobre el contrapiso irregular de la casucha enclavada en Arroyito y la pateó de derecha. Enérgico, decidido. ¿Qué cosa rara? Todos los chicos a esa edad agarran la pelota con la mano, pero él la pateó. ¿Por qué será? El que le pegaba se llama Paulo Ferrari desde el 4 de enero de 1982 y en más de veinte años le demostraría a su madre Patricia que aquel impulso de derecha se dio porque su genética sólo concebía un destino futbolero. Aquel verano insolente barnizó de tufo la arquitectura de la casa de los Ferrari y sembró el calor intenso en el corazón generoso de papá José. Precisamente el viejo, ahora molido de tanto poner el lomo, adivinaba que ese chiquilín de mirada azabache redimiría al apellido de una vida tallada en el molde del esfuerzo y la dedicación. Intuía que allí, en la veredita desprolija de la fusión de Arroyito y Sarmiento, rodeado de almas sólo ricas en carencias, correteaba su fortuna sin ceros. Pero no imaginaba, acaso prisionero de augurios aduladores, que su hijo se convertiría en una de las promesas más potables de este equipo comandado por Daniel Teglia que ajusta motores en las sierras tandilenses. Después hubo una primera pelota. De propiedad indudable. Una número cinco de cuero que también le regaló el destino. Y hubo, también, un amague de pasar aquella noche en vela, jugueteando con el insomnio. Pero el cansancio pudo más y se durmió con ella, abrazándola como lo que sería: un amor para toda la vida. A los 4 años, Ferrari ya tenía una infancia con vínculos con la redonda. Los picados sin final y de zapatillas polvorientas les ganaban por goleada a los libros. A esa edad, el Loncho -consecuencia semántica del apodo madre Pauloncho- no jugaba: la descosía. Y tenía un insobornable sentido profesional: se alistaba para el primero que lo pasara a buscar. "En aquella época no veía la hora de que llegaran los chicos del barrio para ir a jugar a la pelota. Muchas veces nos íbamos a alguna cancha alejada de mi casa y seguro que no volvía en toda la tarde. No sabés lo que se preocupaba mi mamá. No sabía dónde estaba. Pobre vieja, con tal de jugar a la pelota la hacía renegar bastante", cuenta ahora con un dejo de remordimiento, mientras su mirada se pierde en el comedor de la hostería Casagrande. Pero al Loncho siempre le gustó la pelotita. Cuando vestía la camiseta de Defensores Unidos, el equipo del barrio, no paraba de hacer slaloms con los rivales. Y desde los 7 años, edad en la que recaló en Central de la mano del chiquilín Jorge García, pasó por todos los puestos de la defensa y el mediocampo. Pero jamás fue arquero, aunque con tal de jugar hubiera manoteado los guantes sin complejos. Así descubrió su lugar en el mundo (el fútbol), el resto lo hizo su técnica y atrevimiento. "Yo soy de esos defensores que están esperando el momento del partido para pasar al ataque. Desde chico jugué de esa manera y no sé si en algún momento tendré que cambiarla. Ojalá que no, sería como renunciar a todo lo que aprendí en el potrero con mis amigos, cuando mi hermano Daniel (23 años) hacía malabares para llevarme casi todos los días", repasa su infancia sin apelar a la síntesis. "Sé que muchas veces se toma como una frase hecha que los jugadores no se quieran ir a Europa y prefieran quedarse en el club del cual son hinchas, pero en mi caso es la verdad. Por ahora mi meta es seguir en Central y consolidarme en primera", resume intentando que sus palabras suenen creíbles. Precisamente, la convocatoria de Teglia para arrancar esta pretemporada en Tandil fue la gota de optimismo que necesitaba para edificar esa parábola perfecta, impermeable a los rasgos de inestabilidad que todavía revela su juego. Quizás por eso se lo ve a gusto, como si estos días de exigencia pura los utilizara para fijar definitivamente residencia en primera división. "A pesar de que terminé jugando en el campeonato, yo sé que todavía no estoy dentro de los jugadores que Daniel considera titulares. Pero eso no quita que esta pretemporada tenga un sabor distinto. No sólo porque es la primera que realizo, sino porque no es lo mismo venir como un juvenil que todavía no debutó que hacerlo con algunos partidos encima. Mi objetivo es que este año sea el del despegue definitivo", señala, apelando a la regla del cálculo para no bartolear sus ilusiones. "A veces detengo mi pensamiento y me pregunto por qué me pasó todo tan rápido. Uno cuando está en las inferiores siempre piensa cuándo llegará el día del debut, pero generalmente lo intuye durante la semana. En cambio lo mío fue muy repentino, un día Daniel, que ese momento era el técnico de las inferiores, me dijo que tenía que ir a entrenar con la primera y el fin de semana debuté de la mano de Jota Jota en aquel partido ante Independiente, en el Gigante. Todo fue tan rápido que no tuve ni tiempo para disfrutar lo que me estaba pasando", continúa. Y agrega: "Además cuando me presenté ante el plantel de primera no sabía si era sólo para entrenar o para quedarme. Recuerdo que Jota Jota me llamó aparte y me dijo que iba a jugar de titular contra Independiente. Mis piernas se doblaron como una hoja y empecé a transpirar. En ese momento no me daba cuenta de que estaba logrando el sueño de jugar en la primera de Central". El tratamiento que le dio Teglia a su juego alcanzó otros ribetes. El actual técnico de Central lo doró a fuego lento, tal su costumbre. Primero respetó la titularidad de Mauro Cetto y Ferrari se conformó con ocupar un lugar en el banco, después lo mechó en el equipo con responsabilidades menores y, finalmente, lo acomodó entre los titulares cuando el actual defensor del Nantes de Francia no podía ser de la partida. Ahora parece haber llegado su hora, la venta del Colorado sacó un competidor de encima y abrió el panorama para el 2002. "A pesar de que se haya ido el Colo, yo no me siento su reemplazante. Es más, para el complicado momento que atraviesa el equipo con el tema del promedio es importante tener jugadores de experiencia. Igualmente eso no me quita la ilusión que me propuse para este año, que es jugar de titular y sentirme partícipe de este equipo". Y hace bien el Loncho en no creérsela, quizás su intuición de hijo tenga la misma respuesta soñada que tuvo su padre cuando le vaticinó este presente a pocos meses de su nacimiento.
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