Tras cumplir poco más de una semana en el poder, lo que fue celebrado como un éxito por los hombres más cercanos a Eduardo Duhalde, el equipo económica seguía analizando ayer la estrategia para transitar los próximos siete días. La flexibilización del corralito financiero (que podría anunciarse mañana y pasado), el presupuesto 2002, el diálogo con el Fondo Monetario Internacional y el inicio de la renegociación de las tarifas de servicios públicos privatizados figuran en la agenda.
La inmovilización de los depósitos, que el presidente Duhalde consideró como "una bomba de tiempo" es el tema más delicado por resolver. Si bien el gobierno consideró como una victoria haber superado el primer cacerolazo contra su gestión (esas protestas terminaron rápidamente con sus antecesores), tomó debida nota de lo urgente que es abrir una válvula en el corralito financiero y destrabar la parálisis en la que se encuentra toda la economía por la ruptura de la cadena de pagos.
En eso estuvo el gabinete durante todo el fin de semana, con reuniones en Olivos y el Palacio de Hacienda. La estructura sobre la que más se trabaja es la posibilidad de pasar de dólares a pesos (a la paridad 1,40 pesos por dólar) los plazos fijos para la compra de determinados bienes o la cancelación de deudas. En rigor, no se trata de liberar los fondos hoy incautados por las entidades financieras, sino de posibilitar su disposición parcial, dentro de los límites de extracción que impone el corralito.
Monetizar de a poco
El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, confirmó ayer que "el equipo económico está estudiando estrategias de flexibilización" y añadió que se pretende "instrumentar un programa monetario que permita ir introduciendo circulante a los efectos de reactivar la actividad económica a corto plazo dentro de un programa razonable".
De todos modos, la idea del equipo económico es dejar los anuncios del flexibilización de las restricciones (siempre con el requisito de pesificar los depósitos) para el miércoles, y tomarse hoy y mañana para ver cómo funciona el mercado financiero y cambiario. Es que la iliquidez provocada por el corralito obró a favor de que no se disparara el dólar en el mercado libre durante el viernes pasado, cuando comenzó formalmente a operar el nuevo régimen monetario.
Mantener al dólar en sus trece es clave para el gobierno, en momentos en que soporta la presión del Fondo Monetario Internacional (FMI) para avanzar rápidamente a un sistema de flotación libre, sin dólar oficial. La insistencia del organismo con ese tema provocó el primer cortocircuito con el gobierno. El sábado, el viceministro de Economía, Jorge Todesca, les pidió a los funcionarios del Fondo que se callen un poco.
En este clima, llegará al país una misión técnica del organismo que explorará la situación del sistema financiero y espiará los números preliminares con los que la Secretaría de Hacienda está confeccionando el presupuesto 2002. "Será un presupuesto austero", adelantó el titular del área, Oscar Lamberto, quien además señaló que las proyecciones sobre las cuales se calcularán los recursos y gastos para el año próximo serán más que modestas.
El equilibrio fiscal es la base de la credibilidad del programa monetario, que el Ministerio de Economía quiere manejar en forma prudente pero garantizando el flujo de billetes hacia la economía, que hoy está totalmente parada.
Las privatizadas
En ese marco, esta semana también seguirá la ronda de combate con las empresas de servicios. El vocero presidencial, Eduardo Amadeo, ratificó ayer que el gobierno nacional no va a trasladar el costo de la devaluación a las tarifas: "No vamos a dar marcha atrás con esa decisión", afirmó.
"Vamos a empezar a discutir este tema con el principio de que no se traslada la devaluación a las tarifas, vamos a sentarnos a conversar de qué manera conseguimos que haya más inversión, más empleo y más respeto por los derechos de los ciudadanos", dijo.
Pero aclaró: "Tampoco queremos hacernos los cowboys diciendo: ahora se van todos, nos los queremos ver". La razón es que "el país se maneja con inversiones y de lo que se trata es de rediscutir todo sin hacernos los locos, porque el costo sería que habría mucho desempleo".
A poco más de una semana de asunción, el presidente Duhalde se dedicó a dar reportajes para explicar la marcha del programa. Reiteró que "el corralito es una bomba de tiempo que hay que desactivar, porque si explota nadie va a cobrar nada" y aseguró que "estamos consultando a gente del exterior para ver de qué manera la gente puede ir haciéndose de sus ahorros los más rápidamente posible".
"El corralito traba la economía, esto es una depresión, de ahí la dificultad del momento y no sabemos a ciencia cierta cómo se resuelve porque no hay antecedentes", aseguró Duhalde en su periplo de entrevistas con medios porteños.
Sobre los pasos a seguir, el presidente aseguró que en la semana que se inicia se enviará el proyecto de presupuesto 2002 al Congreso y que una vez aprobado, una misión viajará a Estados Unidos para lograr el apoyo del FMI.
La cautela con la que se mueve el gobierno choca con la urgencia de liquidez y reglas claras de juego que pide la economía. Los cheques rebotan como pelotas de goma y hay ruptura en el sistema de pago de la mayoría de las cadenas comerciales.
Cadenas paradas
Un caso testigo, por el mismo lugar que le asignó el gobierno como beneficiario de la devaluación, es el del campo. En principio, el régimen de cambio monetario paralizó las transacciones en el sector agropecuario, cuyos actores discuten ahora a qué precio liquidar las operaciones efectuadas en diciembre, dejó "sin precio" a buena parte de los insumos, puso en serio riesgo a los mercados a términos (que dan previsibilidad de precios a los productores) e indujo a una fenomenal retención de granos por parte de los agricultores. Mientras tanto, el trigo sigue su rumbo alcista en el mercado internacional y el país corre el riesgo de que sus tradicionales compradores se vuelquen hacia otros oferentes.
Lo curioso es que la solvencia del programa económico depende en gran medida de los dólares de la agropexportación,. Quebrado y sin crédito, el Estado apuesta a que el superávit de más de 5 mil millones de dólares inyecte divisas a la economía. Pero, para eso, primero deberá lograr la normalización gradual de los sistemas comerciales y financieros.