Atender a un mayor número de alumnos en el sistema, priorizar la investigación y el desarrollo científico y tecnológico, dar compensaciones a quienes lo necesiten y elevar la calidad del aprendizaje son las cuestiones mínimas que hacen hoy al despegue de un país y una sociedad.
Argentina fue un país que cuarenta años atrás se jactaba de no tener casi población analfabeta, de que su clase media terminaba el secundario e ingresaba mayormente en el nivel universitario, de que se expandía la investigación científica en las universidades y otros institutos.
Hoy se transformó en un país que retrocedió educativamente a tal grado que no puede resolver la notable deserción de los chicos de 12 ó 13 años y de los jóvenes en el primer año de las carreras universitarias y que provocó un fuerte deterioro del valor de los ingresos de los maestros, ya que el 50 por ciento de ellos vive en la línea de pobreza, golpeados por las crisis.
Los sucesivos gobiernos no pudieron contener los continuos y ya crónicos éxodos de sus académicos y notables investigadores, y tras los sonados anuncios de algunos ex funcionarios de promover una vuelta de los cerebros fugados, pionero en energía nuclear, pierde dos de sus científicos cada mes, tentados por mejores propuestas que vienen del exterior.
La medida del plan de austeridad del ex presidente Adolfo Rodríguez Saá de achicar o suprimir el ministerio, siendo sinceros, tuvo su amplio rechazo pero también su gente que aplaudió.
¿Qué pudo haber festejado ese sector -desde la misma población- sobre la eliminación del Ministerio de Educación? Algunos justificaron que ya no tiene escuelas ni docentes a su cargo, que no puede dictar una política desde miles de kilómetros de las aulas, o que es innecesario porque no se sabe qué funciones cumple.
Seguramente sea un poco cierto, pero las falacias siempre tienen una leve apariencia que nos hace creer eso, cuando en realidad son mentiras.
Vinculación malsana
Lo que la sociedad ignora es que haber atado la educación a la economía, un invento algo cavallista, de hablar de mercado en la educación como si tuviera que dar una renta inmediata o buscar en ese lugar la producción de ahorros, en lugar de inversiones, tuvo su precio.
El costo de ello es jóvenes sin lugar para sus prácticas profesionales, estudiantes que emigran porque el país no tiene planificado su desarrollo ni mercado laboral para sus profesionales, una remuneración humillante para quienes se juegan la vida o salvan las ajenas en su diaria tarea, científicos mandados a lavar platos, dando vueltas por las calles.
Ese es parte del corrimiento de los deberes del Estado, en los últimos años, que si ahondásemos un poco más podríamos decir que no cumplieron las propias leyes educativas, tanto en lo presupuestario como en lo que hace a los diez años de educación obligatoria. Y su hilásemos más fino, podríamos pedir explicaciones a esta Argentina cuyos funcionarios no cumplieron siquiera la Convención Internacional de los Derechos del Niño y el Adolescente, que suscribió, y que entre sus puntos sostiene el "derecho universal a la educación".
Entonces ¿que haría un ministerio en este mosaico heterogéneo e injusto que son las provincias argentinas? \Precisamente su misión es la de "nivelar", "garantizar" e "igualar" a todos los chicos de la región que fueran, que aunque estén en un hogar pobre y una provincia quebrada, van a tener la misma educación que un chico del barrio porteño de Palermo, que los planes de ayuda y los presupuestos lleguen y se ejecuten con los fines propuestos y que el país pueda generar recursos de las universidades y la investigación.
Pero por eso no es sólo una cuestión de nombres, sino de jerarquías. Tener un ministerio y no apuntar a la compensación social, la calidad educativa y el despegue científico sería allí un verdadero gasto en un organismo innecesario.
Como muestra de las posibilidades de una política tecnológica, que mucho se anunció y poco se puso en práctica, Marcelo Gustavo Daelli, ex vicepresidente de Asuntos Tecnológicos del Conicet y actual vicepresidente de la Fundación Innovat, explicó que en la Cnea "sólo el mercado interno de radioisótopos primarios tiene una potencialidad de ingresos de unos diez millones de dólares anuales".
Proyecto autofinanciable
Ello solo -dijo- "sería una actividad que se financiaría a sí misma, satisfaciendo una necesidad de accesibilidad social en un área tan sensible como la salud humana".
El proyecto del Grupo Buenos Aires argumenta que en el país el aporte privado en ciencia y tecnología es de alrededor del 50 por ciento, del gasto global y señalan que "estaríamos frente a un 25 por ciento si sólo tomamos en cuenta la inversión directa en investigación y desarrollo".
Aquí no puede soslayarse que el ministerio decidió conservar a Ciencia y Tecnología como una de sus cuatro secretarías, y la titular de la cartera, Graciela Giannettasio, por estas horas, continúa su ronda de consultas para elegir el mejor candidato para el lugar.