Año CXXXV
 Nº 49.359
Rosario,
lunes  14 de
enero de 2002
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Editorial
Humo ajeno

Ningún motivo justifica poner en riesgo la salud del fumador así como la de los que lo rodean, sostienen los organismos que en forma permanente hacen campaña para desalentar el hábito del consumo de tabaco. Y no es para menos si se tiene en cuenta que el tabaquismo provoca en la Argentina entre 40 mil y 50 mil muertes anuales que se relacionan con esta costumbre.
Este pernicioso hábito que en nuestro país comparten doce millones de personas es la mayor causa evitable de mala salud en el mundo contemporáneo, al tiempo que aumenta la asistencia médica de alta complejidad, reduce la esperanza de vida y genera una importante cantidad de accidentes e incendios.
En nuestro país son demasiadas las muertes que se le atribuyen al tabaco y vinculan con cáncer de pulmón, problemas circulatorios, cardiopatías e insuficiencias respiratorias.
Actualmente, los países desarrollados están dejando de fumar y en nuestro país no son pocos los que abandonan el hábito. Sin embargo, resulta lamentable que buena parte de la juventud esté comenzando a fumar, acaso porque siempre fue una costumbre socialmente promocionada, como algo para compartir. La edad de inicio de los fumadores está ubicada en la franja de los 12 a los 15 años, pero ya hay datos que lo muestran entre los 8 y 10 años.
Al ser el tabaquismo un hábito cultural, desterrarlo se torna complicado. Arteramente, la publicidad de cigarrillos relaciona el consumo con seres exitosos, rudos o sofisticados, superficialmente dignos de ser imitados. Por ahora las prohibiciones de fumar en las dependencias oficiales están lejos de cumplirse en nuestra ciudad. Acaso resulte más acertado partir de un trabajo de reflexión apuntando a crear hábitos saludables que a aplicar prohibiciones abruptas que provocarían resistencia.
Pero también debe tenerse en cuenta la situación de quienes no fuman pero sufren los efectos de la contaminación. Ellos pueden aportar a crear una nueva conciencia que modifique actitudes. Aunque habrá que tener bien en claro que todas las razones sanitarias justifican plenamente que se haga prevalecer el derecho de los no fumadores a un aire limpio de humo de tabaco sobre el derecho a fumar.


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