Año CXXXV
 Nº 49.359
Rosario,
lunes  14 de
enero de 2002
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Unas 400 personas trabajaron en la construcción que demandó 36 meses
Rosario se prepara para estrenar su primer rascacielo junto al río
Se inaugura en marzo. Tiene 33 pisos y una vista privilegiada de la ciudad entera e incluso Victoria

Pablo R. Procopio

Alto en el cielo. El edificio está casi listo y a punto de ser inaugurado. Así, se convertirá en el primer rascacielo rosarino, testigo innegable de la ciudad vista desde 112 metros (33 pisos). La obra, ubicada en avenida del Huerto y Corrientes, ya logró destronar por varias plantas a las que hasta ahora se erigían como las de mayor altura. En marzo empezará a ser habitada luego de 36 meses de construcción, ni más ni menos que el tiempo estimado en el proyecto: Privilegiado atalaya frente al Paraná.
"No falta nada". Así de agrandado recibió el peruano a La Capital. Es el encargado de la construcción y conoce al dedillo cada rincón. Obviamente sabe cuánto costó levantarla y fue testigo del tiempo invertido. Ahora respira y se enorgullece cada vez que se detiene a apreciar los avances.
Sin embargo, todavía es incesante el ir y venir de profesionales y artesanos de oficio, indispensables a la hora de plasmar cada detalle.
Trabajaron 120 personas al desarrollar la estructura de hormigón y otras tantas en la albañilería. Aunque, en total cerca de 400 hombres fueron de la partida. En rigor, una inversión de 15 millones de pesos que "dejó un valor agregado importante para la ciudad. Fue generación de riqueza y de fuentes de trabajo", dijo el empresario constructor, Aldo Lattuca, antes de remarcar: "Sí, nuestro orgullo más grande fue haber sido dadores de trabajo".
Lo que era un lote de 35 por 35 metros, en cuatro terrenos, es hoy una realidad distinta. Justo en la esquina de Corrientes y avenida Del Huerto, se levanta el doble edificio en una misma torre: Buenaventura Guaraní (30 pisos exclusivos de 250 metros cuadrados) y Punta Divisadero (30 semipisos de dos departamentos).
La construcción tiene, en rigor de verdad, 37 plantas: terrazas, sala de máquinas en dos niveles y doble altura. A eso se le suman 3 subsuelos y otros 3 pisos de cocheras. Aunque, para acceder al departamento más alto hay marcar el 33 en la ultramoderna botonera de los ascensores.
Se trata de elevadores de altísima tecnología que suben 150 metros por minuto, 2 metros y medio por segundo. Ya están totalmente instalados y fueron importados. Los aparatos deben contar con un bajo recorrido importante y un sobre recorrido similar debido a la velocidad que alcanzan, por si alguna vez siguen de largo.
La vista tiene la omnipresencia del Paraná en todos y cada uno de los departamentos. Pero en los pisos superiores es incomparable y existe la sensación de sentirse parte de la inmensidad.

Victoria se acerca
"Allá está Victoria", dijo Lattuca al señalar hacia la ciudad entrerriana ubicada frente a Rosario. Muy cerca de lo que se divisa como un lejano caserío, también se puede observar el último tramo de la obra de infraestructura más importante del país: la conexión vial Rosario-Victoria. Y, por supuesto, con la vista puede seguirse todo su recorrido, diferenciando incluso puentes y terraplenes.
Pero eso no es todo. El centro rosarino queda siempre debajo de cualquiera que se asome a una ventana o balcón del rascacielo . En el horizonte, algo así como franjas verdes marcan los límites de la ciudad y detrás pueden distinguirse hasta las poblaciones vecinas, ya a partir de la 15ª planta.
Para el final de la obra queda completar las entradas a los dos cuerpos que sólo se comunican a través de las cocheras. No obstante, una mirada a la torre desde la calle da la impresión de que ya está lista. Los vidrios espejados en un tono verdoso sobresalen y dan un aspecto de modernidad alternada entre balcones (cuyas barandas de aluminio no fueron todavía colocadas) y hormigón armado.
El sector de pisos exclusivos está coronado por un penthouse en dúplex, superexclusivo. Pero, en general, la obra no intentó tener condominios lujosos. "Nuestros departamentos son medianos", explicó Lattuca quien comparó los pisos con una típica casa de barrio de clase media, fundamentalmente al enseñar la parrilla ubicada estratégicamente en los pisos exclusivos, prevista para un apetecible asado en las alturas y frente al río.
El emprendimiento cuenta con una serie de detalles propios. Tuvieron que instalarse dos subestaciones transformadoras exigidas por la Empresa Provincial de la Energía (EPE). Además posee dos equipos electrógenos importados para abastecer a la torre en caso de cortes de luz para que "puedan andar los ascensores y los sistemas de emergencia", apuntó el constructor. "En Buenos Aires debe haber por lo menos una veintena de construcciones similares", agregó.
El conjunto, además de sobresalir por su vista al río en primera línea, contiene una estructura muy compacta, con losas libres sostenidas por tabiques laterales y uno central, sin columnas ni vigas, por lo que no se interrumpe la visual y el espacio.
Otra característica importante es el sistema de seguridad: prevención de incendios (mangueras especiales) y vías de escape adecuadas. Las escaleras están presurizadas. En caso de incendio se convierten en salidas con oxígeno permanente, que evitan que el humo se propague.
La entrada y salida de gente estará vigilada permanentemente para darle seguridad a los moradores. "Hay clearing constante de información", subrayó Lattuca. Todos los departamentos están intercomunicados.
Más allá de un salón de reuniones por cada edificio, el conjunto no tiene prestaciones especiales como sauna o pileta. "Tratamos de racionalizar las expensas para que sea vivible y fácilmente controlables".
A medida que crece la altura, también lo hace la incidencia del viento. Por eso, todas las aberturas externas fueron calculadas en función a la mayor presión del aire.
Justamente, en el rascacielo rosarino se respira otro oxígeno. El que da la libertad de sentirse volando sobre un río marrón. El que pueden percibir quienes tuvieron la oportunidad de invertir mes tras mes y comprarse un techo de 120 mil dólares (en la convertibilidad) como mínimo.



El edificio pasó a ser el más alto de la ciudad.
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