"A Yanina nadie me la va a devolver, pero por lo menos estos tipos se van a pudrir en la cárcel". Con los ojos enrojecidos por las lágrimas, Juan Carlos Cámpora reflexiona sobre la sentencia que condenó a los dos jóvenes que una madrugada de diciembre de 1998 violaron y asesinaron a su hija menor. A poco más de tres años del hecho, el hombre recibió a La Capital en su vivienda de barrio Cristalería y volvió a hablar, como aquel día en que el cuerpo de la joven fue hallado semidesnudo junto al alambrado perimetral de un campo de deportes del barrio.
La última noche de vida de Yanina comenzó en un boliche bailable al cual la chica fue con dos amigas y el novio de una de ellas. "A eso de las 3 de la mañana volvieron y se quedaron en la casa de una de las chicas hasta las 5. Cuando ya estaba aclarando y se sentía más segura de caminar las seis cuadras que hay desde la parada del colectivo (107, en Villa del Parque y Alberini) hasta casa, que de noche son una boca de lobo, se vino para aquí. La acompañaron un par de cuadras y después siguió sola. Entonces estos animales la atacaron por la espalda", recordó Cámpora.
El ataque ocurrió junto al alambrado perimetral del Polideportivo Municipal Barrio Cristalería, sobre Villa del Parque al 3900. Allí, ayudados por la poca oscuridad que restaba de la noche y la desolación del lugar, los homicidas desvistieron a Yanina, la sometieron sexualmente y después, para evitar ser delatados, la asesinaron aplastándole la cabeza con un bloque de cemento que pesaba veintiún kilos, según comprobaron las pericias.
La búsqueda
Cuando los Cámpora despertaron aquella mañana y comprobaron que Yanina no estaba en casa se preocuparon. La chica estaba a una semana de festejar su graduación y se había comprometido con su madre, Angela, a ir hasta el centro para comprar el vestido que usaría en la fiesta.
La ausencia de Yanina fue denunciada en la subcomisaría 2ª mientras familiares, amigos y vecinos de la joven, "a los que eternamente les voy a estar agradecidos", según dijo Juan Carlos, organizaron la búsqueda de la chica. Poco después de las 13.30 de aquel tórrido sábado, la hermana mayor de Yanina descubrió el cuerpo de la joven tapado por unos pastizales.
La investigación policial fue facilitada por la confesión que uno de los agresores, vecino de la familia Cámpora, le hizo a un amigo en común de la familia. "El Rata (Daniel Romero, uno de los condenados) llegó a su casa con la ropa ensangrentada y le dijo a un pibe que conozco lo que había hecho. Este muchacho no se calló y me lo contó. Entonces la policía lo pudo agarrar rápido", relató el cuñado de Yanina a La Capital. Quince días después, el cómplice del apresado, Ariel Adrián Paraguayito Duarte, también era detenido. Los dos tenían antecedentes por delitos sexuales.
Esos dos muchachos son los que acaba de condenar el juez de Sentencia Ernesto Genesio. A uno de ellos se le impuso reclusión perpetua, al otro prisión perpetua. A pesar de que las sentencias son públicas, el magistrado decidió proteger la identidad de los condenados para evitar una venganza dentro de la cárcel.
Sin embargo, el cuñado de Yanina dijo que "si tuviese una foto de esos tipos, aunque sea en la copia del expediente que leí una y otra vez, te la daría. Así todos sabrían quiénes son", una opinión muy diferente a la de la Justicia.
"Destruyeron mi familia"
Esa relación de vecindad entre los Romero y los Cámpora -viven a tan solo unos 100 metros-, produjo en el tiempo transcurrido un sinfín de situaciones que ahora Juan Carlos rememora. "Los primeros meses pasaban por delante de casa y se burlaban de nosotros. Incluso recibimos amenazas telefónicas hasta no hace mucho. Las últimas fueron hace unos ocho meses cuando le dijeron a mi hija mayor que Yanina estaba viva y que dejáramos de molestar. Pero después que salió la sentencia pasan y agachan la cabeza", dice.
"Yo sé que aunque se pudran adentro de la cárcel yo no gano nada. A mi familia la destruyeron, a Yanina la mataron y nadie me la devuelve. Lo único que me pudo calmar un poco fue la sentencia, pero nada ni nadie puede reparar el daño que me hicieron", se confiesa Juan Carlos mientras sus manos juegan con el llavero de su moto, del cual pende una foto de Yanina.
Durante los tres años que duró el proceso judicial, Cámpora fue todas las semanas a Tribunales. "Me conozco todos los pasillos. Te aseguro que fui tantas veces que no las puedo contar. El juez (Alfredo) Ivaldi Artacho se portó de maravillas, me recibió siempre y me fue diciendo cómo iba el trámite. Después el expediente pasó a otro juez con el que no me fue tan bien, pero yo seguí insistiendo y ahora tengo este resultado. Debo admitir que la Justicia no me cagó, lo que me cagaron fue la vida", concluyó Cámpora.