Silvina Dezorzi
La decisión de la Unión Tranviarios Automotor (UTA) de paralizar por tiempo indeterminado el transporte tomó por sorpresa a cientos de rosarinos ayer a la mañana. Al conocer que se quedaban a pie, hubo muchos que levantaron su voz. Lo notable, según advirtió La Capital, es que no se trató de una mera queja como usuarios, sino de una impugnación más profunda. Por ejemplo, al hecho de que la principal víctima de la huelga fuera la clase trabajadora y que no se tuviera en cuenta que las demoras en el cobro de haberes afecta a la mayoría y no sólo a los choferes. Y otro punto fue la desconfianza por lo que puede haber "atrás" de este paro, una forzada suspicacia política que se vuelve cada vez más popular. La pregunta sobre los "intereses" a que puede ser funcional la medida fue un leit motiv. "Esto es de lo más antipatriótico. UTA y los dueños de los colectivos son una misma cosa, así que me pregunto si lo que están haciendo en este momento no es presionar por un aumento de la tarjeta", reflexionó Lucía, mientras esperaba infructuosamente su ómnibus en Mitre y Santa Fe. La respuesta a su interrogante no se hizo esperar: "Si es así, que se lleven los colectivos, que hagan lo que quieran. Si es necesario vamos a caminar porque el pueblo ya se avivó". Todo un dato: Lucía es directora de escuela y tampoco terminó de cobrar. A su lado, otro frustrado pasajero llamado Luis esgrimió un argumento similar y apuntó a las responsabilidades políticas. "El Ejecutivo y los concejales deberían procurar que esto no caiga en manos de monopolios que concentran el transporte de media ciudad en un solo dueño y que por eso, en momentos de presión, pueden hacer lo que quieren", sostuvo. Cien metros más allá Oscar, un empleado municipal, criticó la medida por poco solidaria. "No pueden largar esto en un momento tan terrible. Si estamos todos igual, cada uno debería hacer un esfuerzo para que no termine de irse todo al diablo", afirmó. Oscar, vale aclarar, tampoco había cobrado. En Sarmiento y peatonal Córdoba, Ana, también municipal, seguía en la parada. "Esto perjudica al obrero -aseguró-, porque el empresario va en auto y la señora que juega al golf ni pisa un colectivo". Otra queja apuntó a la falta de preaviso. "¿Me tengo que tomar un taxi, entonces? ¿Quién me va a reconocer eso? ¿La UTA?", se preguntó con amargura Cristian, detrás del mostrador de una juguetería. "Sobre llovido, mojado", murmuró otro, más allá. Y empezó a caminar.
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