El secuestrador se rindió después de una larga y paciente operación montada por las autoridades locales, que involucró incluso a sus familiares, quienes lo persuadían de que esa era la mejor solución para él y para todos los rehenes. Todos los rehenes fueron liberados sanos y salvos, pero muy cansados, agotados debido al tiempo en que permanecieron en el vehículo. Todos ellos, con claras señales de estrés, fueron conducidos a un hospital para verificar su estado de salud. El suceso mantuvo en vela durante la noche a decenas de policías, periodistas, familiares de los rehenes y personas que se congregaron en la zona del barrio Bom Fim para seguir de cerca los acontecimientos. La liberación de cada rehén fue recibida con aplausos por el público, que estalló en una ovación cuando Pereira anunció el fin del secuestro.
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