Año CXXXV
 Nº 49.351
Rosario,
domingo  06 de
enero de 2002
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Se entregó un ladrón que tuvo rehenes por 27 horas en Brasil
El secuestrador requería dinero y un helicóptero pero la policía no cedió. Agotado, se rindió

Luego de 27 horas de tensión extrema, un asaltante que mantuvo un grupo de rehenes a bordo de un ómnibus del transporte urbano de la ciudad de Porto Alegre, en el sur de Brasil, acabó por entregarse. De ese modo terminó la pesadilla para los cinco cautivos que aún permanecían en el vehículo. El secuestrador, un auxiliar de cocina de 27 años, fue conducido a una cárcel. Le espera una probable condena a 15 años de prisión por el delito de secuestro extorsivo agravado.
El episodio, que se había originado a las 8.45 de la mañana del viernes, mantuvo en vilo a la población de Porto Alegre, que siguió absorta por televisión el suceso a lo largo de más de una jornada.
Agotado físicamente, desmoralizado y sin perspectivas de lograr el rescate que se había propuesto, Joao Sergio Dos Santos Pereira terminó por permitir que todos los rehenes se retirasen del autobús. Fue ayer al mediodía. Acabó de flaquear cuando un policía, que asumió el rol de mediador, lo llamó por su nombre. "Eso lo hizo sentir descubierto, muy vulnerable, y rompió a llorar. No pasó mucho tiempo hasta que se rindió", comentó un coordinador de la policía militar del estado de Río Grande do Sul.
Durante la mañana del viernes Joao Pereira -que ayer no había sido identificado con su nombre auténtico por la policía- intentó asaltar un ómnibus en la zona céntrica de Porto Alegre, en el sur del país. Como obligó al chofer a tomar una avenida de contramano un inspector de tránsito llamó la atención policial. Cuando vio que se acercaba la policía hizo detenerse al chofer en la avenida Oswaldo Aranha. Allí se quedarían todos.

Primeras liberaciones
De inmediato el autotransporte, que tenía las ventanillas cerradas, fue rodeado por 40 policías, mientras las autoridades enviaban un teléfono celular para poder negociar con el secuestrador. Por ese medio, Silva se comprometió a liberar a dos mujeres mayores de 65 años a cambio de neumáticos nuevos para el vehículo, porque los que tenía habían sido perforados a balazos por la policía. También requirió agua para refrescar a los pasajeros y al maleante sofocados por el intenso calor.
En otra comunicación telefónica, durante la tarde, Pereira amenazó con volar el autotransporte con una granada que afirmó tener consigo. Pero la policía replicó no estar dispuesta a permitir que el vehículo pueda moverse de allí.
Inicialmente había nueve personas en el ómnibus: dos hombres y siete mujeres. Cuatro de ellas fueron autorizadas por el asaltante a abandonar el vehículo a cambio de entregas de alimentos y agua. En la puerta del ómnibus un comandante del batallón de operaciones especiales de la policía, con experiencia en situaciones de manejo de rehenes, mantenía contacto con el maleante. "Podemos pasar días negociando a condición de que las vidas sean preservadas", planteaba el oficial.
Durante la tarde del viernes Pereira llegó a exigir un helicóptero para huir y 500 mil reales (220 mil dólares). Luego redujo sus reivindicaciones a 300 mil reales y un carro blindado, de transporte de valores, para poder fugar.

Un padre de familia
Un periodista del diario portoalegrense Zero Hora consiguió hablar con él. El secuestrador le dijo que no era un delincuente sino un padre de familia trabajador que estaba desempleado. También le advirtió que tenía una bomba adherida al cuerpo. Pese a que una de las rehenes liberadas confirmó que Pereira decía la verdad la policía no alteró su intransigencia en las negociaciones. Ayer, cuando el caso terminó, se determinó que el elemento que exhibía el maleante no era un explosivo.
La policía encendió potentes faros contra el ómnibus pero los apagó porque eso irritó al secuestrador. Ya entrada la mañana el asaltante estaba exhausto y muy nervioso. El negociador lo indujo a entregarse y finalmente, abrumado, accedió.
Primero bajaron los rehenes que se estrecharon en emocionados abrazos con familiares y amigos que esperaban afuera. Luego salió Pereira con una capucha en la cabeza. Los cautivos remarcaron que nunca habían sido maltratados.



Los últimos pasajeros bajaron del micro ayer al mediodía.
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