| | Reflexiones Salto al vacío
| Raúl Milano (*)
La realidad argentina se devora rápidamente todas las alternativas políticas que se construyen, mostrando la imagen desoladora de una comunidad que ha roto su relación entre representante y representados. La magnitud de este divorcio estará reflejando que la Nación encuentre o no una salida. Si los actores sociales que deben conducir este proceso no encuentran el mínimo de respaldo popular, la suerte de Argentina estará sellada. Por ello en un anterior artículo expresé acabadamente que si bien el problema económico es terrible, sin gobernabilidad no hay salida, este es el meollo de la situación en la cual se encuentra el país. Por ello debemos trabajar denodadamente para reconstruir autoridad, la misma será el resultado de la selección de dos opciones, seguir por la vía democrática o apostar al nacimiento de un iluminado que posee la suma de la "verdad". Como creo que no existe mejor sistema de gobierno que el democrático solamente a este análisis me encauzaré. La democracia es como la construimos, con seguridad a la luz de los resultados con muchos defectos, pero sabiendo que marca un estadio de nuestro desarrollo histórico es importante reconocer sus vicios, para así poder terminarlos. La democracia hoy tiene un claro retroceso comparándola con su período original en 1983. En primer lugar porque dejada a andar no pudo resolver los problemas de crecimiento que la sociedad con ella aspiraba. En segundo lugar porque su estructura institucional hoy aparece resquebrajada, con pérdida de representatividad y poniendo al sistema al límite de la legitimidad. La suma de las dos características es lo que pone a la sociedad este fin de año en un claro salto al vacío. Si quienes fueron elegidos el 14 de octubre hace tan sólo un poco más de dos meses no logran articular una respuesta integradora, la Argentina no tiene futuro. Es posible construir con los mismos políticos una alternativa a la crisis. Esta es la primera pregunta que debemos tener claro, porque si no son éstos o algunos de éstos no hay otra forma de realizarlo. Quien proponga tirarlos a todos a la hoguera no habrá hecho más que profundizar la crisis y acelerar el salto al vacío. Los dirigentes no se construyen de un día para el otro, aunque sea imprescindible comenzar a cambiarlos a la luz de los resultados. Con seguridad la gente en cada cacerolazo va seleccionando a sus conductores. Por supuesto que esta no es la forma de elegir, pero -cual democracia ateniense- hoy es una directa forma de aprobar o reprobar la dirección. La dirigencia política tiene una de las últimas oportunidades de demostrar que está preparada para conducir, depende del sentido común con que actúe. La grandeza de sus acciones, hecho poco frecuente en los últimos años, será la garantía de reencauzar a una atribulada Nación. Quienes piensen que dada la magnitud de la crisis económica y política se puede salir con un solo partido no hicieron una lectura correcta de la realidad. Quienes piensen que para conducir este país alcanza con la suma de los partidos políticos tampoco entrevieron la crisis de representatividad. Sólo las sinergias de una gran unión pueden desbrozar el camino en la actualidad, donde concurran todas las fuerzas representativas de un país encauzadas dentro del marco institucional que les da la democracia, donde los representantes elegidos democráticamente deberán cohabitar en una gestión austera y eficiente con otras vertientes de representatividad. La crisis nos da una nueva oportunidad porque económicamente estamos tocando fondo, la virtual cesación de pagos en la deuda pública nos obliga a buscar canales alternativos ante el claro agotamiento del modelo impuesto en la década del 90, donde la convertibilidad ya dejó de existir ante la ausencia de respaldo en dólares, donde el sistema financiero no puede afrontar el descalzamiento entre lo comprometido y lo posiblemente cumplido, donde el aparato productivo como resultado del incumplimiento de la deuda pública vuelva a mostrar una economía más cerrada y con mayores limitaciones, la realidad económica que nos lacera no puede ser negada sonrientemente creando moneda falsa en cantidades irresponsables para decirle a cada uno lo que quiere oír. La gobernabilidad es la piedra angular de cualquier proceso económico, pero sin proyectos conjuntos económicos y sociales tampoco alcanza para mantener la autoridad. Hoy más que nunca no hay tiempo para mentiras, ni para aventuras electorales, ni para promesas falsas, los argentinos que ya no creen en nada necesitan que les digan la verdad, que sus ahorros posiblemente no los recuperen en su totalidad, que suspender el pago de la deuda impondrá sacrificios mayores a los conocidos, que la ruptura de la cadena de pago en los últimos días producirá un colapso en muchas empresas, que el Estado no recaudará lo suficiente para pagar los sueldos a todos sus empleados, que el tejido social se resquebrajará aún más, poniendo en riesgo la seguridad. Es imperioso hacer un gobierno de unidad nacional, con los mejores hombres de todos los partidos políticos, con representación de distintos sectores de la sociedad, que no piense en su futuro sino en el futuro de toda la comunidad. No es tiempo de ventajas electorales, porque no hay tiempo para vivir cuando no hay sociedad. (*)Concejal (UCR)
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