Año CXXXV
 Nº 49.347
Rosario,
miércoles  02 de
enero de 2002
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Interiores: Ciegos

Jorge Luis Besso

El saber popular sentencia que no hay peor ciego que quien no quiere ver, que viene a representar una versión más radicalizada de otra sentencia del refranero que pregona que las cosas son según el cristal con que se las mire. Bien vistos los dos refranes se las traen, pues el primero afirma con mucha contundencia que el humano encerrado en su subjetividad, muchas veces apoltronado, otras acosado, en cualquier caso y por lo general, atolondrado, se empeña en no ver una realidad que está a la vista, mientras que en el segundo se afirma que somos capaces de ver la realidad pero con la paradójica condición de deformarla.
Cierta manera de ver las cosas podría amarrarse a la interpretación de que ambas finalmente son formas de cegueras, lo que no deja de ser así, y sin embargo también cuentan las diferencias entre ambas: en el primer caso, el masculino o femenino en cuestión huye y rehuye, lo que debería afrontar o a asumir, en el segundo no escapa de las cosas pero las tamiza.
Así las cosas, realidad y subjetividad, conforman una pareja inestable de alta variabilidad, al punto de que se trata de realidades y subjetividades que conforman un orden que muchas veces se parece a un caos, pero que en un primer ordenamiento divide las cosas más o menos así:
a) Los que no aceptan la realidad.
b) Los que aceptan la realidad.
Demás está decir que pertenecer a un bando u otro no es una garantía definitiva porque se puede pasar de uno a otro con gran facilidad. Por lo demás, quien más, quien menos, se jacta o se ufana de conocer la realidad como el mejor, lo que muchas veces da risa, ya que un buen conocimiento de la realidad depende en cierta medida del conocimiento que se tenga de sí mismo, y, como se sabe, se puede circular por este mundo desconociendo la realidad y desconociéndose a sí mismo, esto es vivir en la luna, lo que bastantes veces se confunde con vivir en el mejor de los mundos.
Por lo que parece, aceptar la realidad es también una condición para transformarla, a través de las vías conocidas para hacerlo:
* El arte.
* La locura.
* La ciencia.
* La política (en algunos momentos históricos).
Sin duda la combinación entre alguna o varias del listado puede dar como resultado una combinación explosiva: Hiroshima en el siglo pasado o las Gemelas en éste, constituyen sólo algunos de los muchísimos ejemplos.
Dentro de los que no aceptan o no ven la realidad constituyen hoy por hoy el caso por sobre los casos, "los políticos", figura antropológica de larga data, pero de ninguna manera con el despiste actual de que hace gala la clase política.

Estupor
Estupor es un estado de ánimo donde el asombro pasó a mayores al punto de aproximarse a otro estado vecino que es el pasmo, y que no es otra cosa que quedar pasmados. Así estábamos muchos argentinos tanto de un lado como del otro del televisor, pues a los periodistas el estupor se les veía en la cara: renunció otro presidente, el número 3 en poco más de una semana, lo que llevó a que todos miráramos hacia Misiones adonde estaba el misionero Ramón Puerta, presidente provisional del Senado, que es a quien corresponde asumir la Presidencia de la Nación cuando no hay vicepresidente, que es el caso, pues éste fue el primero que renunció, y no por las cacerolas. Pues bien, don Ramón dijo yo no soy ninguna puerta, pegó un portazo y se fue y dejó las cosas en manos del presidente de la Cámara de Diputados...
El último día del primer año del siglo y del milenio nos encuentra a los argentinos frente a una danza de asunciones y renuncias, pero esta danza con más de siete velos, no nos debe ocultar que en esta milonga hay algo que está invertido: se renuncia a asumir. Es decir, que desde hace mucho tiempo se ocupan cargos sin asumir la responsabilidad que implican, por aquello de "priorizar la interna", personal o partidaria.
Cuando se prioriza la interna el país queda afuera y nosotros también, en este caso alrededor del corralito donde está nuestro dinerito con un cartel virtual que dice "se mira y no se toca". Hemos quedado "encerrados afuera"... del mundo, pues la política no se privó de otra forma de ceguera que es aquella de que por ver el árbol no se ve el bosque. Mientras tanto, nosotros volvemos a pasar del estupor al pasmo al constatar que se llevaron el árbol y el bosque también.


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