Alimentados por fuertes vientos y nuevos fuegos provocados intencionalmente en regiones forestales, los incendios se acercan otra vez peligrosamente a Sydney, la mayor ciudad del país con 3,5 millones de habitantes. Varios cientos de personas debieron ser evacuados durante la Nochevieja, después de que fuertes vientos llevaran las llamas a las inmediaciones de algunas localidades en el noroeste de la metrópolis, amenazando las casas de los residentes.
El cuerpo de Bomberos Rurales desplazó un helicóptero contra incendios hacia el parque de Pennant Hills para combatir las llamas que amenazan las viviendas del distrito en el cual sigue vigente el estado de alerta.
Según las autoridades, algunos de los nuevos focos de fuego habrían sido prendidos intencionadamente. En tanto, los servicios meteorológicos no creen que el clima cálido y seco de la región vaya a cambiar en los próximos días, lo que aumenta el riesgo contra sectores densamente poblados. El fuego se ve favorecido por temperaturas superiores a los 35 grados y vientos de más de 70 kilómetros por hora.
Los especialistas indicaron que el sureste australiano atraviesa condiciones meteorológicas "sin precedentes" y destacaron la incidencia de las bajas presiones sobre Tasmania durante casi diez días como factor determinante para los incendios. La casi imperceptible lluvia que cayó anteayer sobre Sydney no hizo más que debilitar los esfuerzos de los bomberos que tratan de establecer cortafuegos y mantener las llamas fuera de las zonas urbanas.
Mark Sullivan, vocero del cuerpo de Bomberos Rurales, indicó que la lluvias "han humedecido el terreno y creado más humo en el área, con lo que se imposibilitó, en gran parte, las tareas para contener las llamas".
Tom Bagnet, uno de los efectivos que trabaja en la operación para controlar el incendio declarado en el área protegida de Wollemi, dijo que varios de los residentes de las localidades aledañas debieron ser evacuadas ayer después de que las llamas traspasaran las contenciones de 30 kilómetros de longitud.
Bagnet agregó que los bomberos se han replegado para concentrarse en la protección de las propiedades ante el avance de las llamas. El fuego también saltó la barrera de contención de la sureña zona de Sussex Inlet, con lo que obligó a los residentes y excursionistas a abandonar el lugar, al igual que en las Montañas Azules donde tras las tareas de evacuación las llamas permanecen al acecho.
Ante la catástrofe, el gobierno pidió a la población evitar el pánico y permanecer en sus casas hasta que se ordene su eventual evacuación. El operativo contra el fuego fue intensificado y bomberos de todas las provincias australianas fueron oficialmente convocados para sumarse a los 15.000 efectivos de Nueva Gales del Sur que intentan controlar los cerca de 80 focos incendiarios.
Hasta el momento, en el peor incendio de los últimos siete años, unas 150 casas quedaron reducidas a cenizas, 30.000 hectáreas de bosque resultaron perdidas y miles de animales, como koalas o canguros, sucumbieron a las llamas. Miles de personas fueron ya evacuadas desde la Navidad.
Fiesta loca
Pero a pesar del anillo de fuego de 600 kilómetros que la rodea, Sydney festejó la llegada del Año Nuevo con los tradicionales y espectaculares fuegos artificiales frente a su Opera. A causa del incendio, sólo 500.000 personas, la mitad del número habitual, se acercaron a presenciar el show en directo.
La ciudad consiguió un permiso que la eximió de la prohibición absoluta de hacer fuego al aire libre. El primer ministro de Nueva Gales del Sur, Bob Carr, había afirmado que el show debía realizarse de cualquier manera.
Nueva Gales del Sur sufrió un incendio de similares proporciones en 1994, cuando cuatro personas murieron y 25.000 fueron evacuadas. (DPA, Ansa y Télam)