Año CXXXV
 Nº 49.345
Rosario,
domingo  30 de
diciembre de 2001
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Cuatro argentinos que quieren irse

Todos en la familia son profesionales pero creen que el país no da para más
Graciela (55) es abogada. Tiene dos hijos, uno odontólogo y al otro a dos materias de ser biotecnólogo. Para ella, como para la mayoría, "la situación en vez de mejorar, empeora". Por eso llegó al límite y dice que "este país no da para más". También por eso quiere irse -si puede- con toda su familia. Como muchos profesionales, no tiene trabajo fijo. "Encima ahora los clientes se escudan en que no pueden sacar los plazos fijos, entonces no me pagan", se queja.
Es la primera vez que se presenta en este tipo de convocatoria. "Vamos a ver qué pasa, no sé si trabajaría de cualquier cosa, pero probar no cuesta nada", expresa. La mujer recuerda cuando sus abuelos vinieron desde Europa buscando un futuro mejor: "Nos nos queda otra, haremos lo mismo que nuestros antepasados, pero al revés".
Tratará de mantener su casa de Rosario por si en algún momento decide regresar. "No digo que me iría definitivamente porque si mis condiciones de vida en Italia son similares a las que tengo acá me vuelvo", confiesa. "Pero ver a los personajes que hay en la función pública y ser consciente de que te metan la mano en el bolsillo es el límite", agrega.

Lo impulsa la crisis del país pero más las ganas de crecer en su profesión
"Yo aposté al país porque estudié y me recibí. Pero no tuve nada a cambio". Lisandro Tropea piensa que sus 21 años son ideales para probar suerte fuera de la Argentina, aunque no se muestra convencido de la decisión: "No tengo ganas, pero sí necesidad", se lamenta. Nunca charló con nadie sobre la posibilidad de trabajar en otro país. "Me venía maquinando solo, surgió esta convocatoria y por eso vine”, confiesa.
No quiere perder tiempo, busca desarrollarse profesional y laboralmente. "Nunca me puse a pensar si debería quedarme y sacar el país adelante, pero creo que salir de esta crisis va a llevar mucho tiempo y quiero proyectar lo mío", asegura. Confía en poder ser uno de los seleccionados: "Pienso que tengo chances, mas que nada por mi edad y porque me iría solo", agrega.
Es visitador médico y trabaja en una confitería bailable los fines de semana. Y si bien reconoce que su salario le alcanza porque no tiene que mantener a nadie, dice que "como profesional no me veo futuro". Si tiene suerte dejará a la familia y a sus amigos, pero sueña con que algún día "Argentina esté bien” y así poder volver a su lugar, Rosario.

Quiere irse pero volvería para decirle a otros que afuera hay posibilidades
Beatriz Vigna (49) hace "un tiempo largo" que quiere dejar el país porque su vida "viene en decadencia año a año". Hace 15 que no tiene trabajo y aunque se anota en cuanto puesto aparece no consigue nada. Las ganas de ser alguien y de tener un trabajo la tientan para ir a Italia. Y busca lo que en Rosario no tiene: "Tranquilidad, quiero dejar de estar tensionada todo el día", confía.
A la hora de analizar su emigración piensa básicamente en sus hijos de 10 y 7 años. "Los chicos me piden cosas que no les puedo dar porque no llego con la plata. Otra de las situaciones que impulsan su exilio es ver cómo de a poco fue perdiendo lo que consiguió con su esposo en 12 años de matrimonio. "Teníamos una casa, ahora alquilamos; guardábamos al auto en la cochera, ahora de eso ni hablar", enumera.
El marido de Beatriz era chofer de larga distancia pero hoy maneja un taxi. "Me voy bajoneada, desilusionada", expresa. Fue una de las pocas personas que admite no querer volver a Rosario si definitivamente se radica en Europa, pero asegura que le gustaría regresar de paseo para "decirles a los que quedan que hay posibilidades afuera".

Ya vivió en Italia, regresó pero está arrepentido: quiere volver y quedarse
Le duele mucho admitirlo pero dice que castigó a su hijo de 19 meses por haberlo hecho nacer en Rosario. Esas son las palabras textuales que usa José Cavalli (38) para expresar la bronca de haber vuelto de Italia, donde vivió durante 8 años. "Mi mujer me decía que el nene tenía que nacer allá, pero uno piensa que es bueno asentarse en su lugar de origen", confiesa. Cuenta que volvió con la fuerza de querer hacer cosas nuevas y terminó viendo que todas las puertas estaban cerradas. Por eso en este momento su visión cambió rotundamente: "Uno se la tiene que jugar y hacer su vida como puede".
José es ingeniero mecánico y trabaja de docente en la universidad pública. "Por supuesto que con el sueldo de la facultad no me alcanza para vivir", comenta. Le fue imposible dejar de recordar que "allá estaba bárbaro comparado con ahora".
"Dicen que el hombre es el único animal que no se equivoca dos veces", contesta José cuando este diario le pregunta si el segundo viaje es el definitivo. "Con que me aseguren un mínimo de trabajo me radico definitivamente", expresó.


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