Peshawar, Pakistán. - Miles de afganos refugiados en los campos paquistaníes desean regresar a su país, otros ya lo han hecho, luego de 20 años de exilio, alentados por la asunción de Hamid Karzai como titular del gobierno provisorio. Sentado en el fondo de una pequeña construcción de fango, el "tribunal" en el cual administra justicia junto a otros ancianos del campo, Mohammad Jan, de larga barba blanca al igual que su turbante, mira hacia adelante, donde está la frontera a cien kilómetros de distancia. "También yo volveré a Afganistán, el nuevo presidente Karzai es un hombre de bien y competente. Espero sólo que en mi país haya finalmente un poco de orden", dijo Jan. Mohammad Jan tiene 70 años, 22 de los cuales transcurridos en el campo de refugiados de Kuchagarhi, en las puertas de Peshawar, el más antiguo de Pakistán. Cuando la armada soviética entró a Afganistán, el anciano huyó con toda su familia, que se multiplicó en el campo y hoy está formada por 22 personas. Todos viven allí, junto a otros 80.000 compatriotas.
El aula de justicia es de fango seco, como también la mezquita y las barracas que los afganos llaman casas. Las tres cuartas partes de los huéspedes de Kuchagarhi son niños que corren inmersos en el polvo, juegan, pero a menudo trabajan llevando cosas pesadas en sus espaldas. El sueño de todos, grandes y chicos, es el de regresar a la patria, aún cuando Kuchagarhi no es el peor de los campos: tiene un hospital (la única construcción de cemento), una escuela, un mínimo de asistencia y de organización.
Ese sueño parecía destinado a no cumplirse para esa gente que vive hacinada y que pertenece a la primer ola migratoria de Afganistán, residente en Pakistán desde hace 15 ó 20 años -donde trabaja- y que nada tiene en su tierra de origen. Pero desde hace dos semanas, dijo un funcionario del campo, las cosas comenzaron a cambiar: 3.000 personas se fueron a Afganistán en dos días, coincidentes con la asunción del nuevo gobierno interino en Kabul de Karzai.
Ayuda internacional
Otros se preparan para seguir los mismos pasos. "Cuando dejé mi país esperaba poder volver al poco tiempo, pero la guerra con los comunistas duró 10 años", expresó Jan. "Una vez finalizada, comencé a preparar las valijas, pero estalló la guerra civil y, luego, llegaron los talibán, que nunca me gustaron. Tal vez ahora es la ocasión y pueda regresar también yo. Karzai merece confianza pero necesita ayuda internacional, de lo contrario no podrá hacer mucho. Sin el bolígrafo, ¿él puede escribir?", añadió.
Cerca del anciano, Haji Babrak, 57 años, recordó: "En Afganistán, cerca de Jalalabad, trabajaba en el campo, acá hace 15 años que me debo arreglar". "Fui un jihadi -contó con orgullo- combatí en la Jihad contra los soviéticos, ahora espero que mi país pueda tener paz".
El nuevo gobierno afgano está convencido de que, si no hay otros conflictos futuros, en seis meses la mitad de los tres millones de refugiados que viven en el vecino país regresarán a su patria. Las primeras señales ya existen y no sólo en Kuchagarhi: la semana próxima comenzará el traslado de varios miles de personas bajo la supervisión del Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) en los campos instalados cerca de la frontera.
Una suerte de etapa de pasaje hacia el reingreso, pero es necesaria la asistencia durante el viaje, pues la distancia es larga, en medio de las montañas y el crudo invierno.
Malik Omar Gul, un albañil de 45 años, decidió partir en la primavera boreal: "Antes debemos encontrar el dinero para todos, en casa somos 32, las familias de mis dos hermanos y la mía", explicó mientras hacía un paréntesis en la lucha riña de gallos. En los asientos del concurrido mercado rural, un joven barbero de 20 años, Agha Mohammad, hijo de afganos que nunca estuvo en el país de sus padres, dijo: "Quisiera abrir un local en Kabul. Mi padre es barbero y mi abuelo lo era. Bajo los talibán ese trabajo no era agradable, ahora es tiempo de volver". (Ansa)