El origen de los cantantes castrados encuentra un fuerte sustento e impulso en las iglesias a partir de la la prohibición impuesta a las mujeres para participar de la liturgia. El propio Papa Pablo IV, en el siglo XVI, prohibió las voces femeninas en la Catedral de San Pedro. En su reemplazo aparecen los castrados encarnando el agudo y potente canto de los angeles en las alabanzas, con antecedentes registrados en distintas catedrales de España y Portugal en los siglos XV y XVI. "La gente suele tener una idea confusa sobre las sopranistas porque originalmente era algo que hacían los castratti, personas que mediante una operación cruenta conservaban el timbre de voz de la infancia -relató Nannini-. Lo sorprendente de esto es que hoy con el empleo de la técnica adecuada se consigue el efecto y además el sopranista puede conservar su tono adulto para usar en la vida cotidiana". Desde el punto de vista vocal, la época de oro del cantante castrado fue el siglo XVIII, hasta cuyo final continúa la demanda de estas voces. Mozart compuso los papeles de Idamantes de Idomeneo, rey de Creta, y Sextus, de "La clemenza di Tito" para castrati. El mismo caso se encuentra en óperas del siglo XIX de Giacomo Rossini y Giacomo Meyerbeer. El último castrato conocido, fue Alessandro Moreschi, que murió en 1922, y cantó hasta su muerte en la Capilla Sixtina.
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