Fernando Toloza
El 2001 es un año que hizo temblar a la industria del cine de Hollywood que, guste o no, es la que domina el negocio y la estética a escala mundial. Hasta antes del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre pasado, la producción en serie, con sus temas de siempre, seguía con su previsibles propuestas. Después de ese día, el panorama cambió. Ya nadie quería ver películas violentas ni héroes que hacían estragos en las filas del terrorismo internacional. Eso ahora estaba en la realidad. A pesar de que se decía que el atentado no alteraría al mundo del cine, el efecto fue enorme. Se reprogramaron los estrenos, se pararon rodajes, se cambiaron publicidades y se hicieron planes para películas naïves, alegres comedias sin sentido y diversiones para niños. De hecho, después del 11 de septiembre pasado sólo las películas para niños se constituyeron en una buena fuente de ingresos para el mundo del cine. Tanto "Harry Potter y la piedra filosofal" como "Monsters, Inc" hicieron récords en su debut, en Estados Unidos y en la Argentina. Como si el desastre internacional fuese poco, el nacional aportó lo suyo, y de la mano de una serie de medidas económicas el receso volvió a golpear fuerte a las salas de cine. Hubo dos actividades que, si bien no respondían directamente a la crisis, marcaron una tendencia que posiblemente prospere en el futuro: bajar el precio de las entradas a 2 pesos. La primera de esas actividades fue "Vamos al cine", dos días en que se pudo ir a ver a cualquier filme a cualquier sala por sólo dos pesos. Organizada por el Instituto de Cine Artes y Audiovisuales (Incaa), los cines y las distribuidoras, la propuesta fue exitosa y las cifras superaron los 600 mil espectadores en cuarenta y ocho horas, lo que dejó en claro que el año próximo habrá una nueva vuelta de "Vamos al cine". "Monsters, Inc" también rebajó el precio de las entradas para su primera semana de exhibición. A dos pesos, la gente la tomó como una opción frente al buen momento que estaba pasando "Harry Potter", estrenada una semana antes. El desbande de la industria del cine norteamericana tuvo su repercusión en las salas argentinas. Desaparecieron los grandes estrenos y las películas de otra nacionalidad tuvieron más espacio, al punto que sobre una media de cinco estrenos por semana, tres llegaron a ser europeos, y algunos de singular calidad como "La profesora de piano", de Michael Haneke. La película con mayores ambiciones del año fue "Pearl Harbor" (140 millones de dólares de presupuesto), pero la taquilla no le resultó todo lo jugosa que esperaba y el clima bélico del mundo terminó por hacerla parecer un juego de niños. "Moulin Rouge", de Baz Luhrmann, también apuntó alto y no cumplió con las expectativas, pero proyectó a Nicole Kidman a un rol diferente y la actriz australiana lo revalidó con su gran interpretación en "Los otros", el filme del español Alejandro Amenábar producido por Tom Cruise antes de separarse de Kidman, divorcio que fue uno de los grandes chismes del año. En fin, un año duro, sin dinero y con poco cine pochoclero. Fueron las películas distintas las que salvaron algo del mundo de los sueños que vive en las salas de cine. Lo hicieron con rigor, sin temor y sin golpes bajos como los que popularizó la sobrevalorada "Cinema Paradiso". Fue algo distinto, producido, lamentablemente, como consecuencia de un hecho trágico.
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