Peshawar, Pakistán. - Pese a los esfuerzos internacionales, la tensión entre la India y Pakistán, agudizada después del atentado del 13 de diciembre contra el Parlamento de Nueva Delhi, aumentó ayer con el despliegue de nuevos contingentes de soldados hacia la frontera, el intercambio de disparos y los mutuos desaires diplomáticos. En el centro de la contienda, irresuelta desde hace más de 50 años, está el problema de Cachemira, región de mayoría musulmana que la India controla en sus dos terceras partes y en cuyos pueblos fronterizos ya se produjeron los primeros muertos, al mismo tiempo que parte de la población está abandonando el lugar. Los últimos disparos nocturnos les costaron la vida a una veintena de personas en la Cachemira controlada por Pakistán. Sin contar los 22 muertos, entre soldados, guerrilleros y civiles que se produjeron en una serie de enfrentamientos entre tropas regulares y rebeldes islámico-separatistas en la región de Cachemira que pertenece a la India. No obstante, los gobiernos de los dos países, bajo la mirada preocupada del mundo, trataron de dar tranquilidad asegurando que no querían la guerra, o al menos que no querían una guerra nuclear, pero las declaraciones se vieron opacadas por gestos hostiles. Pero donde la presencia de tropas se hizo imponente fue a lo largo de los 3.000 kilómetros de la frontera indio-paquistaní. Después del despliegue, el miércoles, de los respectivos misiles balísticos, los sobrevuelos de aviones de combate y la transferencia de hombres y armas prosiguieron ayer en ambos frentes. Una columna paquistaní fue vista cuando se trasladaba desde la frontera occidental afgana, hasta ahora blindada para evitar infiltraciones de milicianos de Al Qaeda, hacia el este, donde está el valle de Cachemira. El alineamiento de las tropas indias seguirá adelante aún durante dos días, anunció el ministro de Defensa de Nueva Delhi, George Fernandes. La presencia de tropas a ambos lados de la frontera fue ayer muy superior a la que se registró en ocasión del pequeño conflicto no declarado de 1998 e igual al de 1971, antes de la última guerra en amplia escala que enfrentó a estos dos acérrimos enemigos a partir de la época poscolonial, tras la subdivisión sobre base religiosa de la vieja India británica. Esta vez "no hay que preocuparse de otra guerra", afirmó el ministro de Relaciones Exteriores indio Jaswant Singh, aunque condenó lo que definió como las intenciones agresivas de Pakistán. Nueva Delhi, después de haber retirado su embajador de Islamabad, interrumpió las rutas terrestres hacia ese país, cerró su espacio aéreo a la compañía de bandera paquistaní y suspendió sus vuelos hacia Karachi y Lahore. Una movida seguida por idénticas medidas de parte de Pakistán. En este marco los gestos de distensión no parecen demasiado significativos: Nueva Delhi califica de cosméticas las medidas de Islamabad contra los dos grupos acusados por el ataque del 13 de diciembre, Jaish-i-Mohammad y Lashkar-i-Taiba; mientras Pakistán sigue reivindicando el derecho de "la batalla por la autodeterminación de la gente de Cachemira". (Ansa)
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