Año CXXXV
 Nº 49.342
Rosario,
jueves  27 de
diciembre de 2001
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Dos naciones nucleares que coquetean con la guerra

Jurgen Hein

Nueva Delhi. - Una guerra atómica en el valle del Himalaya que volviera inhabitables amplias regiones de India y Pakistán parece simplemente inimaginable. Sin embargo, ambos vecinos enemistados se acercan peligrosamente desde hace dos semanas a un punto de no retorno, donde evitar una escalada de la violencia sería ya imposible. Otra vez es la disputada región de Cachemira la clave del conflicto. Pero esta vez, los separatistas musulmanes cachemiros, con base en Pakistán, han conseguido trasladar la guerra desde las montañas al corazón de la India, el país democrático más poblado del mundo.
El ruido de los sables y la retórica de guerra han alcanzado niveles inéditos en los últimos tres años. India deberá decidir en algún momento si cruza la línea fronteriza de Cachemira para combatir a los extremistas que Pakistán define como luchadores de la libertad. En 1999, cuando francotiradores paquistaníes cruzaron al lado indio, el premier Abal Bihari Vajpayee optó por la moderación.Pero esta vez es mucho mayor la presión local para que India, siguiendo el ejemplo estadounidense, luche contra aquellos que considera "terroristas" en el lugar donde se organizan. Y esto aumenta la presión sobre el presidente de facto paquistaní, Pervez Musharraf, para que vaya más allá del bloqueo de cuentas de las milicias musulmanas y el arresto de algún líder extremista, y se decida a atacar frontalmente a estos grupos.
Pero la relación entre Musharraf y los fundamentalistas de su país se encuentra ya en un punto muy tenso a causa del apoyo que Pakistán brindó a la ofensiva estadounidense en Afganistán. Y si Musharraf sucumbiera a la presión y abandonara el poder, el arsenal nuclear paquistaní caería probablemente en manos de los islamistas. Si, por el otro lado, India atacara por ejemplo por aire las bases de los separatistas en territorio paquistaní, sobrevendría una guerra, y es dudosa la disposición de Pakistán para que no se transforme en una guerra atómica si Nueva Delhi empieza a imponer su poderío militar.

Conciencia de Hiroshima
Según los expertos, en el subcontinente indio falta lo que suele llamarse una "conciencia de Hiroshima", una idea de la destrucción que provocan las bombas atómicas. Ambos países continúan celebrando sus pruebas atómicas de 1998. Pakistán construyó en Islamabad una maqueta en miniatura de la montaña donde realizó sus ensayos atómicos, para el deleite de los curiosos.
India, por su parte, reparte condecoraciones a los investigadores militares en cada aniversario de los ensayos. La población no consideró que se tratara de bombas atómicas, sino más bien de armas fantásticas al estilo de las viejas leyendas épicas indias.
Aunque la situación vuelva a estabilizarse una vez más, la tensión nuclear en el sur de Asia no desaparecerá. Aunque Pakistán decida atacar a las milicias musulmanas, los encargados del próximo atentado suicida podrían encontrarse ya en India. (DPA)


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