Bastante lejos de las puebladas que se despertaron en los últimos días en repudio de la situación económica y social del país, las dos mil quinientas almas que cobijó la final entre Aprendices y Unión Casildense se confabularon para emocionarse y emocionar a todos los casildenses.
Por estos lares, donde la crisis aprieta como a todo el mundo pero no altera el ritmo cansino de sus 35.000 habitantes, el fútbol vuelca esa tonelada de pasión sobre los hombros y cada uno la lleva como corresponde: con el aplauso hecho caricia y el paso lento hacia los festejos de unos y amargura de otros.
Pero en medio de ese peregrinar, una brisa con sabor a suspiro agitó más de una docena de banderas que fueron el fiel testimonio de la fiesta que sacudió la modorra de los casildenses.
Pura amistad
Tricolores y académicos jugaron un partido de fútbol y además se encargaron de confirmar que, a pesar de la complejidad del momento que golpea a nuestro país, las relaciones también pueden caminar por un sendero amistoso y protocolar. Por eso ayer, resultado, tristeza y alegrías al margen, firmaron un pacto de no agresión y de conservación de la soberanía innegociable.