Año CXXXV
 Nº 49.339
Rosario,
domingo  23 de
diciembre de 2001
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Creer en una rápida salida de la recesión económica es una ilusión
Déficit fiscal y corrupción son las causas de todos los males. Resolverlas es el meollo de la cuestión

Miguel Angel Rouco

El epílogo de la Alianza en el poder, el fracaso de los instrumentos aplicados por Domingo Cavallo y una frágil situación financiera interna y externa, deja a la Argentina en un difícil atolladero del cual sólo podrá salir con cambios profundos en la cultura política.
Los episodios de violencia registrados en las últimas jornadas y el paso de las hordas que devastaron el patrimonio de muchos argentinos ponen de manifiesto que la dirigencia argentina no sirve para la conducción y que la crisis superó largamente cualquier tipo de previsión.
El país está sin conducción política y económica y en un estado de excepción por lo que pensar en una rápida salida de la crisis es una ilusión. Por lo pronto y hasta que no se define la nueva conducción económica, no será posible imaginar siquiera el día después.
Las dificultades no son nuevas pero habiendo algún referente económico siempre son más manejables. Hoy, la Argentina no puede mostrar criterios de gobernabilidad.
Preguntarse por la continuidad de la convertibilidad, la relación con el Fondo Monetario Internacional, un presupuesto de gastos y recursos, el mantenimiento del déficit cero, los planes de competitividad, las restricciones al manejo de efectivo, es aventurarse a hacer futurología.
Pero hay algunos elementos de certidumbre que generan una mayor preocupación. Con un riesgo país en casi 4.500 puntos básicos y con un estallido de violencia que recorrió el mundo en cuestión de segundos, las probabilidades de volver a insertarse en el mundo son menores.
Dicho de otro modo, la Argentina desaparece por un tiempo bastante largo de las agendas de prioridades de las principales inversiones. Máxime teniendo en cuenta que las perspectivas económicas mundiales indican una intensificación de la recesión.

La continuidad institucional
El clima está enrarecido y todo dependerá ahora de cómo se resuelva la continuidad institucional.
Aunque se abre un nuevo capítulo de la historia argentina, no desaparecen los viejos problemas estructurales que tiene el país y que están provocando un quebranto generalizado en economía privada.
En adelante, habrá que diseñar una agenda de Estado en la que se incluya la necesidad de solucionar las causas que llevaron a esta crisis.
En especial, el déficit fiscal y apuntar a una baja de las alícuotas impositivas para hacer más competitivos a los productos argentinos y aumentar las exportaciones.
Si no existe una agenda de temas básicos, mínimos en los que toda la dirigencia coincida en una solución urgente, las crisis serán recurrentes.
Las dudas que aún persisten entre los analistas es si la nueva conducción nacional que surja de la Asamblea Legislativa, será capaz de encarrilar la crisis.
Y estas dudas no resultan caprichosas, en especial, teniendo en cuenta que ni dos gobiernos con una elevada legitimidad pudieron solucionar los severos problemas que tiene la convertibilidad.
Pero el principal interrogante que se le planteará a la nueva conducción política del país es si podrá luchar contra sus propias limitaciones, y en este sentido, el principal obstáculo se llama corrupción, el crimen institucional. Corrupción y déficit fiscal van de la mano, son las causas de todos los males de la Argentina. Y esta crisis no es casual sino causal.


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