Año CXXXV
 Nº 49.339
Rosario,
domingo  23 de
diciembre de 2001
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Editorial
El lugar de cada uno

La Argentina de hoy, porque debe vivírsela y entendérsela -créase o no-, día a día, está signada por una palabra que, de tan recurrente y repetida, ha perdido en ese tránsito gran parte de su dramático sentido: crisis. Crisis, crisis, crisis, crisis... ¿Qué significa ese vocablo a esta altura, sino rutina? ¿Qué quiere decir sino cotidianidad, ayer, hoy, quizás (con seguridad) mañana? Ya -casi- nada. En síntesis: debe provocar preocupación que el nivel de abstracción que han alcanzado esas seis archiescuchadas letras parece transferir lo que ellas quieren dar a entender hacia otros, siempre sobre otros y casi siempre distantes, tan lejanos que en verdad ya son desconocidos. ¿Será, en verdad, así? ¿O habrá una cuota de cada uno, una parte de cada individuo que habita la Argentina involucrada en esa palabra llena de vocales débiles?
Tampoco debe exagerarse. La responsabilidad de la grave situación que aflige al país no es, sin dudas, de todos. Pero acaso sea de muchos más de los que realmente creemos. Sucede lo siguiente: cuando las variables de la realidad se desbordan, es decir, se tornan incontrolables y abrumadoras, la mayoría de las personas -esto incluye a los periodistas- comienzan a creer que las funciones que desempeñan jornada tras jornada comienzan a perder importancia, dejan de tener valor, simplemente carecen de sentido. Y no es así. En verdad, ocurre todo lo contrario.
En esos momentos, nada más necesario que aferrarse a las rutinas creadoras. Nada más trascendente que regar la planta que embellece el balcón, que saludar a los vecinos con una sonrisa, que abrir la puerta del ascensor y dejar paso a la anciana, que trabajar en lo que cada uno trabaja -si aún se trabaja, claro- mejor que nunca, confiriéndole a esa tarea la dimensión de una hazaña. El FMI no tiene por qué influir sobre tales variables. Dependen, solamente, de la calidad humana.
No es lirismo. Tampoco ingenuidad. Simplemente, se trata de la verdadera vida. Más allá de lo que determine el riesgo país, más lejos, fuera del alcance de los planes económicos. Es, nada más y nada menos, que el lugar de cada uno. El que sólo cada uno puede cubrir. Donde nos necesitan.
Si tales valores estuvieran presentes en las crisis, las crisis serían superadas mucho más rápidamente. ¿Por qué ignorarlo? ¿Por qué olvidarlo? Tal vez, ninguna crisis lo justifique.


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