Tras sólo 740 días de mandato y luego de fracasar en su intento para detener un estallido social, que dejó un saldo parcial de 22 muertos y cientos de heridos en las últimas 48 horas (ver página 11), Fernando de la Rúa renunció ayer a la presidencia de la Nación en medio de la crisis económica y política más importante desde el retorno de la democracia, en 1983.
La decisión del peronismo de no integrar un gobierno de unidad nacional, al que De la Rúa había recurrido en un desesperado movimiento destinado a lograr oxígeno para continuar con su mandato, no dejó otra salida más que la renuncia.
De la Rúa, autodefinido como un jefe de Estado que se la pasó "apagando incendios", envió el texto de la dimisión escrita de su puño y letra al titular del Senado y virtual vicepresidente, el peronista misionero Ramón Puerta.
"Me dirijo a usted para presentar mi renuncia como presidente de la Nación. Mi mensaje de hoy para asegurar la gobernabilidad y constituir un gobierno de unidad fue rechazado por líderes parlamentarios. Confío que mi decisión contribuirá a la paz social y a la continuidad institucional de la República", manifiesta De la Rúa en su nota.
Hoy, el Congreso, dominado por el justicialismo y reunido en Asamblea Legislativa, será el encargado de marcar el camino para designar el nuevo presidente de los argentinos, que seguramente será un peronista (ver páginas 4 y 6).
Adiós a la convertibilidad
La renuncia de De la Rúa abrió un mayor interrogante sobre el futuro de la economía local y parece haber asestado un golpe mortal a la convertibilidad, tras lo cual se presentan distintos escenarios para el tipo de cambio. A las 19.52 De la Rúa abordó un helicóptero posado sobre el techo de la Casa Rosada, para hacer el último vuelo a la residencia de Olivos, ya en su carácter de presidente renunciante.
De la Rúa desoyó un pedido de Puerta para que aguardara la decisión de renunciar hasta la reunión clave que el peronismo mantuvo en la localidad de Merlo, en San Luis. Pero De la Rúa ya había decidido renunciar ante un escenario de saqueos, violencia, represión y muertos en torno a la Casa Rosada, el Congreso, distintos puntos del microcentro porteño y el interior del país.
La dimisión del presidente, que tuvo una amplia repercusión mundial, comenzó a fraguarse durante la madrugada de ayer cuando De la Rúa, en plena reunión con su gabinete en Olivos (cuya residencia estaba rodeada por miles de personas protestando), comprobó el nivel de malestar social hacia su propia figura.
Anoche, Puerta (primero en la línea sucesoria) ratificó al jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, por 48 horas en su cargo, para que "atienda los asuntos del Estado" hasta tanto la Asamblea Legislativa resuelva el nombre del nuevo presidente.
En la misiva de renuncia, el presidente expresó su confianza en que su decisión "contribuirá a la paz social y a la continuidad institucional de la República" y solicitó al Congreso que la acepte, para lo que deberá reunirse una Asamblea Legislativa. "Me dirijo a usted para presentar mi renuncia como presidente de la Nación. Mi mensaje de hoy para asegurar la gobernabilidad y constituir un gobierno de unidad fue rechazado por líderes parlamentarios", agrega la carta dirigida a Puerta.
De esta forma, se refirió al agónico intento de retener el poder que hizo pasadas las 16, en un mensaje que ofreció en la Sala de Conferencias, en el que convocó al justicialismo a cogobernar y elaborar un plan para salir de la crisis. "He ofrecido al justicialismo que participe en un gobierno de unidad nacional. Los convoco con toda amplitud y generosidad para que traigan ideas, propuestas y cambios", sostuvo.
La respuesta desde el justicialismo no se hizo esperar, y el "no" fue contundente. El presidente, entonces, comenzó a escribir de puño y letra el texto de su renuncia y le anticipó por teléfono al presidente del bloque de senadores del radicalismo, Carlos Maestro, que en horas la enviaría al Congreso. Se retiró de Casa de Gobierno, a las 19.52, "con profunda tristeza", según confió Nicolás Gallo.
Su último día como presidente de la Nación lo compartió con sus ministros más fieles: el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo; los ministros Ramón Mestre, José Dumón y el Adalberto Rodríguez Giavarini. Antes de pronunciar su último discurso, mantuvo diálogos telefónicos con los gobernadores de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, y de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá.
Luego, el helicóptero lo depositaría en Olivos. Sería su última noche en la residencia presidencial.