| | Análisis: Un final que no era difícil anticipar
| Jorge Levit
Los que anunciaban hace meses que la Argentina se encaminaba hacia el abismo fueron tildados de agoreros, de derrotistas y hasta de traidores. Pero era evidente que el sistema económico iba a colapsar, que las corridas bancarias podrían terminar con los bancos y los ahorros de la gente y que el desgobierno llevaría al país al caos. Sólo los negadores de la realidad no podían adelantarse a la crónica de un desastre anunciado. Con ser optimistas y poner buena cara ante, sin dudas, el peor gobierno desde el regreso de la democracia en 1983 la situación no podía ser salvada. Desde hace meses, todos los diarios extranjeros especializados en economía anticipaban que la Argentina no podía cumplir con su abultada deuda externa y que se encaminaba hacia la cesación de pagos. También advertían sobre las consecuencias de la creciente pauperización de la población de la tercera economía latinoamericana. Y no se equivocaron. Es más, anteayer el "Financial Times" de Londres publicó un análisis sobre el país que calificó a los argentinos de "masoquistas" por su obcecación en pagar los compromisos externos para no entrar en default a expensas del hambre de la gente. Se refería al último pago de casi mil millones de dólares que hizo el Tesoro nacional la semana pasada para cumplir con un vencimiento de los tenedores de bonos del exterior. El diario inglés explicaba, con criterio, que esos inversionistas sabían que al comprar títulos argentinos que rinden un 30 por ciento más que los del Tesoro de Estados Unidos se exponían a que Argentina no los podría rescatar. Para cumplir con los pagos que ni los propios acreedores pensaban que iban a cobrar el gobierno postergó salarios de jubilados y de docentes universitarios, subsidios de discapacitados y, peor aún, la ayuda alimentaria a miles y miles de hambrientos. También evitó la caída de los bancos pero se ganó el mal humor de la clase media. No quedó un solo sector social que haya estado al margen. Como nunca antes, todos los estamentos de la sociedad, por diversas motivaciones, reclamaron la renuncia no sólo de Cavallo sino la del propio presidente. Las imágenes de la Argentina recorren el mundo y son inéditas, incluso para los propios habitantes de este país que no recuerdan algo similar en varias décadas. Ahora comienza una nueva etapa que tampoco estará exenta de sobresaltos y dificultades, salvo que se haya aprendido la lección y no se repitan compulsivamente los mismos errores. Esta vez, fue la gente común que echó a un gobierno y a funcionarios impresentables. Se inauguró una nueva forma de hacer política en la Argentina.
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