Como si se tratara de un código implícito, centenares de personas se volcaron al centro durante la mañana de ayer -hubo colas en la apertura de los bancos, a las 10-, pero lo despoblaron casi por completo a las 14. Del movimiento casi corriente a la inactividad casi absoluta, así mutó el paisaje de las peatonales y de Rioja y San Luis en cuatro horas. El macrocentro presentó un panorama desolador. Muchos comercios y granjas de barrio optaron por permanecer con las persianas bajas. La tarde en el noroeste de la ciudad fue una postal dominguera. Zona sur fue la más castigada por nuevos incidentes, por lo que la actividad comercial fue casi nula (ver página 20).
"Parece increíble el contraste, ¿no? ¿En que país vivo, en el Pakistán de ayer o en el de esta mañana?", se preguntaba sobre el filo de las 11 Simón Blanstein, dueño de Urcal, mientras miraba el movimiento desde la esquina de Sarmiento y San Luis. "Aunque parezca mentira, la gente tiene necesidad de hacer compras, regalos; había esperado hasta ahora para gastar unos pesos", dijo.
Prendas y CD
Chicas jóvenes acompañadas por madres, solas o con una amiga: así entraban a los comercios de San Luis buscando prendas o algún CD. El quiosquero de la esquina con Mitre apuntó que de todas maneras "hay menos público y no está tranquilo". Hugo Ibáñez, tal su nombre, confesó estar entristecido "por los muertos y porque nadie sabe en qué puede terminar todo esto".
En un negocio de llamadas internacionales de calle Corrientes el público ocupaba continuamente las cabinas para comunicarse con familiares. Eugenio Gallo dijo que "la mayoría habla a España y Estados Unidos, quieren mandar tranquilidad".
Un cliente, Héctor Pereyra, señaló: "Lo que más me shockeó fueron las imágenes del coreano que desvalijaron. Debe estar desesperado ese, porque si no le paga a la mafia que lo sostiene termina tirado en el río con la familia", aventuró.
A las 15, hora en que la perfumería Juleriaque, por ejemplo, decidió bajar las persianas, el silencio se extendió por la peatonal, más profundo. "Veo esto y me duele el pecho. Han hecho bosta al país", dijo sin vueltas Néstor Abonizio, el taxista de la matrícula 1564.
A pocos metros dos inspectoras de tránsito, Velia y Débora, señalaron que "no hay autos, no circulan más, pese a que están abiertas todas las calles a los particulares. El lunes y martes la cantidad de gente que hubo en el centro, por las compras de Navidad, fue impresionante. Pero desde los saqueos se paró todo".
Vigilia y cautela
Más allá de las refriegas entre manifestantes y la policía, la de ayer no fue una tarde de grandes incidentes en el noroeste. Sin embargo quedaron las huellas del estallido social que sacudió la zona.
En Godoy a la altura del 3.900, pequeños comercios como fiambrerías y almacenes de barrio optaron por permanecer cerrados. Y ya cerca de 27 de Febrero y las vías del ferrocarril, en el supermercado Santa Ana se colocaron volquetes cubiertos de tierra para impedir intentos de saqueo.
La policía patrulló intensamente Villa Banana y San Francisquito, pero el reparto de comida que se hizo al mediodía en 27 de Febrero y Castellanos apaciguó los ánimos en las barriadas del oeste.
Hubo rostros de vigilia y cautela entre los vecinos, muchos de ellos en la calle o pendientes del televisor. En zona sur, la seguidilla de escaramuzas entre manifestantes y la policía motivaron que el movimiento comercial fuera casi inexistente.