Año CXXXV
 Nº 49.330
Rosario,
viernes  14 de
diciembre de 2001
Min 19º
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cartas
Las otras bombas

Unos días antes de esta nueva guerra, de este nuevo crimen de lesa humanidad, vi una foto de un niñito afgano tuberculoso, sostenido por su debilitada madre. Esta foto tan patética también puede ser la de un niñito de cualquier lugar del mundo, y de nuestro país. Al verla pensé: no fue necesario arrojarle un bomba bacteriológica con los bacilos de Koch, no. Bastaron las bombas crónicas, que no hacen ruido; las bombas del hambre, del frío, del hacinamiento y de las demás injusticias sociales. Esta guerra que aparece 10 años después de la Guerra del Golfo producirá también incontables desastres humanos: genocidios, y desastres ecológicos: ecocidios. Pero la vida continuará y yo me asocio a esa certeza. Como en el cuento del picaflor de los aztecas: hubo un incendio en el bosque y todos los animales colaboraban para apagarlo; el picaflor también y buscaba agua y desde su pico arrojaba cada vez una gotita. El león le dijo: "Lo que haces no sirve para nada", y el picaflor le contestó humildemente: "Yo hago lo que puedo", y siguió arrojando gotitas. Porque no hay que ser indiferentes frente a tantos y tan graves problemas, pero tampoco hay que hacer un eterno altar del dolor, es que quiero continuar siendo optimista manifestándome contra la guerra y seguir adelante a pesar de todo. Sin que nada me sea ajeno y luchando por un mundo mejor, percibo que: no se puede dejar de comer, porque haya personas que no tengan qué comer/ no se puede dejar de abrigarse, porque haya personas que no tengan abrigo/ no se puede dejar de procrear, porque masacren a nuestros hijos/ no se puede dejar de morir de amor, porque haya personas que mueren en la guerra/ no se puede dejar de mirar el cielo, porque poderosas armas lo atraviesen/ no se puede. No se debe.
Ana María Zeno


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