Analisis táctico

Newell's jugó bien cuando se retrasó Estudiantes

Newell's Old Boys paseó ayer una imagen tan desconocida como irreconocible por la aciaga tarde del parque Independencia, en la que cometió una serie de yerros tácticos y técnicos que terminaron por condenarlo a cortar su racha de seis encuentros invicto frente al duro aunque limitado Estudiantes de La Plata.
Quizá el primer gran yerro táctico de Newell's haya consistido en ser sorprendido por el planteo rival en el comienzo de cada etapa, cuando Néstor Craviotto paró un equipo con entre cinco y siete volantes de derecho y de hecho, con los que formó una telaraña con la que controló la pelota en el campo local.
Estudiantes dominó así la pelota y le dio una buena circulación a través de sus jugadores mejor dotados técnicamente, como los enganches Osorio y Pompei, y además tuvo la virtud de convertir una de sus primeras llegadas en cada tiempo.
Y Newell's fue la contracara porque careció de una circulación limpia de la pelota salvo en las contadas excepciones en las que se asociaron Julio César Saldaña -como lo buenos vinos, cada día sabe mejor- y Maximiliano Rodríguez, aunque careció de sorpresa por los laterales, Mauro Rosales apareció desconectado del equipo y sólo Nicolás Pavlovich llevó peligro, en un cabezazo desviado luego de la mejor jugada del primer tiempo, sin contar el gol en el final.
Una muestra que pinta de cuerpo entero la forma de atacar y la falta de creatividad y de juego asociado de Newell's consiste en que sus principales llegadas fueron producto de remates de media distancia de Diego Bono, Raúl Damiani, Leandro Grech y un tiro libre de la Fiera Rodríguez.
El equipo de Llop mejoró tibiamente en el final con el ingreso del colombiano William Vázquez, que se mostró como alternativa por la derecha, aunque terminó tirándole centros a Pavlovich y Gigena, que hicieron lo que pudieron contra las torres pincharratas.
Así, quedó la impresión de que Estudiantes dominó la ecuación táctica durante la mayor parte del encuentro y que Newell's sólo pudo tener el dominar de la pelota más por yerros ajenos que por virtudes propias.