Jorge Salum
El contexto en el que se mueven los barrabravas de Rosario Central incluye a los directivos, los empleados, los custodios y hasta los cuidacoches que operan frente a la sede del club, en Mitre al 800. Y todos se relacionan mutuamente en base a códigos que bien pueden considerarse mafiosos. Esta no es la opinión de un periodista hipercrítico que no comulga con los hinchas a sueldo y los directivos de turno ni la frase predilecta de un dirigente opositor en plena campaña electoral. Está escrito en un fallo judicial y es la opinión de tres camaristas penales de la Justicia local que por primera vez incluyeron a todos -dirigentes y barrabravas- en la misma bolsa. Curiosamente, lo hicieron en un fallo que absuelve al barrabrava Oscar Alberto Ferreyra. Paquito estaba acusado de balear la sede de Central ante una multitud, pero la Cámara Penal dijo que no hay pruebas para establecer que es el autor de esos disparos. Y la duda, se sabe, siempre favorece al sospechoso. Los jueces lo dicen empleando una expresión en latín: "In dubio pro reo". El hecho ocurrió el 1º de agosto de 2000. Ese día, a las 20.30, alguien tiró a quemarropa hacia la sede de Mitre 853 y sólo por milagro no hubo heridos. Un policía dijo que fue Paquito, que estaba presente, pero ningún otro testigo lo identificó y hasta Juan Alberto Chaperito Bustos, rival de Ferreyra en la feroz interna de la barra brava, declaró que no había sido él quien disparó. Por eso la Sala I de la Cámara Penal lo absolvió. Sin embargo, los jueces imprevistamente cuestionaron a los barrabravas, y uno de ellos incluyó en sus críticas a los directivos. Según Ernesto Pangia, se trata de grupos que "a menudo empañan y alteran con actos de indisciplina a veces no exento de criminalidad el mundillo del fútbol". Entre esos grupos incluyó al propio Paquito, a cuyos antecedentes calificó de "nada edificantes" por más que las pruebas en este caso no fueran suficientes para culparlo y condenarlo. Para el magistrado, los barrabravas ("patoteros", los llama) no se mueven por amor a la "divisa" sino para obtener beneficios personales o de grupo. Y esto, entre otras consecuencias, puede arrastrar a los clubes a la desaparición. Pangia dijo que los barrabravas deben ser "desterrados" de los clubes, y advirtió que si los directivos no se comprometen pueden convertirse en cómplices. Pero fue el camarista Alberto Bernardini quien directamente asoció a los directivos con los barrabravas en lo que llamó un "círculo o contexto" común. Allí incluyó también a los empleados, custodios y hasta los cuidacoches de Mitre al 800, a quienes -igual que a los anteriores- adjudicó "un espacio de poder" en las mafias que se mueven en torno al club.
| |