"Luego de muchos años de trabajo en la alfajorería, me sentí horrible cuando me enteré de que cerraba y, honestamente, pensé que ya no iba a abrir y que no volvería a trabajar más. Por eso ahora cuando me llamaron de nuevo, me parece haber vuelto a la vida", reflexionó, Ramón Fernández, un maestro confitero que retornó ayer a lo que más sabe: la elaboración de los más antiguos alfajores santafesinos. Sin embargo, a pesar de la alegría, no pudo menos que recordar con tristeza al grupo de trabajadores que, por ahora, ha quedado afuera, a pesar de que quede una posibilidad de reincorporación.
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