Año CXXXV
 Nº 49.318
Rosario,
domingo  02 de
diciembre de 2001
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Las víctimas de violaciones y las dificultades de su tratamiento
Abusos sexuales: los delitos ocultos en la soledad y el silencio
Las estadísticas oficiales reflejan algunos casos, que en su mayoría no se denuncian

Paola Irurtia

"Del abuso sexual no se habla. Hay mujeres, ya abuelas, que vienen al grupo y recién acá se dan cuenta de que lo que les pasó cuando eran niñas fue una violación". Las declaraciones pertenecen a las mujeres que participan de un taller de género en Villa Banana y dan cuenta de dos de las dificultades que enfrentan las víctimas de abuso sexual: el aislamiento y el silencio. Quizá por eso las estadísticas oficiales pueden aportar poco en cuanto al verdadero alcance que tiene el abuso sexual en todos sus grados, ya que son pocos los casos que llegan a ser denunciados, ya sea por temor, vergüenza, desconocimiento o desinformación.
En el Area de la mujer de la Municipalidad, el 5 por ciento de una media de 500 llamados mensuales al teléfono verde (4802446 y la línea gratuita 0800 4440420) son por abuso sexual o violaciones. En el Centro de Atención a la Víctima de Delitos Sexuales (4728523) se denunciaron siete violaciones y seis casos de abuso en los que no hubo violación sólo en octubre. En tres de esos casos los abusadores son menores y uno de ellos, de 14 años, está acusado de violar a dos niños vecinos de 3 y 5. La dirección provincial del menor, la mujer y la familia trabaja en el tema con 33 centros decentralizados en toda la ciudad. En los barrios, distintas organizaciones de base, comunitarias u organizaciones no gubernamentales abordan el tema sin llevar estricto registro de los casos.
La política del Area de la Mujer es que los casos de abuso sexual sean denunciados. "La intervención del aparato de la ley es importante para efectuar el corte con el vínculo violento", señaló Lidia Ramírez, psicóloga del equipo. Pero llegar a hacer una denuncia requiere de una tarea previa por parte del equipo, que comienza su trabajo en la detección de los casos.
Las organizaciones barriales trabajan conectadas con las áreas institucionales, pero parten de que cada caso es particular. "Hay mucha teoría: algunas sirven y otras no tanto", cuenta Nora Rachid, de la ONG Lola Mora, que trabaja desde hace 12 años con temas de violencia familiar. Para el taller de mujeres de Villa Banana, lo más importante es "acompañar y escuchar". En ese camino cuentan con psicólogas, instituciones oficiales, pero sobre todo con el tiempo, la cercanía y la disposición para acompañar a las víctimas de los ataques sexuales.
Algunas veces los pedidos llegan a la puerta de las vecinas conocidas a cualquier hora. En otros, los grupos se enteran a través de comentarios e intentan acercarse a las víctimas o sus familias para ofrecer apoyo.
"Muchas veces, los casos se detectan a través de terceros, como compañeros de escuela que le cuentan a sus madres la situación de otros alumnos", contó Ramírez. En estos casos, la articulación y el compromiso de las instituciones resulta fundamental para la evolución del caso, sobre todo en instancias judiciales. "Es que las complicidades familiares, la vergüenza, o la negación del problema son los primeros obstáculos", explicó.
Las mujeres del taller comparten la dificultad de acceder a las víctimas. "Muchas mujeres viven encerradas y es imposible llegar hasta su casa". Algunas son víctimas de sus esposos, otras saben que sus hijas son abusadas en el marco familiar, y en otros casos, los ataques sexuales ocurrieron en el barrio, lo que favorece aún más el aislamiento por temor. "Hay familias enteras amenazadas para que no hagan la denuncia", cuenta Alicia, miembro del taller de mujeres de Villa Banana.
El paso hacia las institucionalización de un episodio es grande. "Muchas veces, las víctimas son mujeres que no han salido nunca de su barrio, ni siquiera a hacer un trámite", indica Rachid. "Una cosa es luchar contra la vergüenza en un lugar y con gente conocida, donde la acogida es cálida, circula un mate, se puede conversar con privacidad. En cualquier oficina hay muchas personas, son desconocidos, el clima es más frío", contó la mujer, del grupo Lola Mora.
El otro fantasma es la burocracia. "Tenés que hacer la denuncia a la policía, declarar en Tribunales, después ir a una revisación con el médico. Cada paso es enfrentar de nuevo vergüenza y humillación, en un momento en que la autoestima está severamente dañada", señaló Rachid.

La reinserción
En este sentido, la titular de la Comisaría de la Mujer, Mariel Arévalo, remarcó como uno de los logros de la institución, con poco tiempo de existencia, es la atención médica en el mismo sitio donde se reciben las denuncias. "Hay que evitar la revictimización y llevar a una mujer o un niño a tribunales, donde tiene que compartir la espera con detenidos, lesionados o personas con problemas psicológicos es exponerlos en su pudor", indicó.
"Se trata de trabajar en el acompañamiento del proceso de ruptura con el vínculo violento, porque el proceso no se corta con la denuncia, sobre todo en los casos en que la agresión es crónica", contó Ramírez, desde el área de la mujer.
Otras dificultades enfrentan los menores víctimas de abuso, donde no hay violación. "Lo más importante es que algún mayor note algo, un cambio de conducta, temores, que permitan detectar lo que ocurrió", señaló Ramírez.
Desde Lola Mora, Rachid señaló que una de las mayores falencias en el abuso simple es la falta de mecanismos de prevención". "Es muy difícil actuar para prevenir el abuso. Pudimos trabajar con la familia de una nena que había sido manoseada. Con acompañamiento y contención pudimos evitar situaciones de abuso posteriores, que podrían haber sido más graves si no se detectaba el problema", contó Rachid.
Para la atención de las víctimas, los grupos cuentan con psicólogas propias o de instituciones en las que las víctimas pueden hacer terapia individual o de grupo. La municipalidad cuenta con albergues, pero si el atacante es un familiar, trabajan en la expulsión de ese miembro, con quien consideran que no debe haber diálogo. "No somos ni mediadores ni imparciales. Tomamos parte por la parte violentada", señaló Ramírez.
Sin embargo, en el grupo Lola Mora y el taller de Villa Banana rescatan situaciones en las que lograron hablar con el agresor, aunque reconocen que no es nada fácil y, sobre todo, "que para cada caso hay un método".
Después de la intervención institucional, la reinserción de las víctimas es la tarea que sigue. "Es importante que no se encierren, que empiecen a hacer cosas que le gustan e intenten cambiar las cosas que no le gustan", dice Rachid. En la mayoría de los casos, este acompañamiento está a cargo de las organizaciones barriales. "El grupo está en lo más cotidiano, tiene una presencia cercana", contó Ramírez. Desde la comisaría de la mujer, Arévalo también apunta a los centros barriales y comunitarios. "Las redes solidarias son las que más sirven, son las que están en contacto con las víctimas y conocen su vida y sus situaciones", dijo.



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