Dos profesionales. Dos vidas. Dos historias. El destino o la casualidad cruzó sus caminos. Durante un año y medio compartieron un mismo ámbito laboral. Uno, a sus 74 años, atendía a los socios de una tradicional entidad del mutualismo rosarino como médico clínico. Otro, de 43, gerenciaba la institución. No había entre ellos nada más que un trato profesional. Seguramente un "Buen día" o un "Buenas tardes" cuando se cruzaban en el amplio local de la esquina de Santa Fe y Entre Ríos. Su relación concluyó el mediodía del último lunes y de una forma trágica.
Claudio Zampol (el gerente) le comunicó a Eduardo Fridman (el médico) una medida disciplinaria adoptada por el Consejo Directivo de la Asociación Española de Socorros Mutuos. Y entonces el diablo metió la cola. Fridman tomó su revólver calibre 38 y disparó a quemarropa un balazo que atravesó el cráneo de Zampol. El hombre murió 30 horas más tarde y su homicida espera en una celda policial que la Justicia decida que condena le corresponde mientras dos familias y un sinnúmero de personas vinculados a los protagonistas de la historia se preguntan ¿por qué?
La víctima
El contador Claudio Zampol estaba casado y tenía dos hijos adolescentes. En julio de 2000 llegó a la Asociación Española de Socorros Mutuos en busca de "una mejor perspectiva económica". Por ello dejó su puesto en el Círculo Católico de Obreros (CCO), donde había ocupado la gerencia desde 1997. Antes había dejado su cargo en la sucursal local del Citibank, donde ejerció un cargo jerárquico y fue despedido junto a otras siete personas tras descubrirse una estafa por más de 4 millones de dólares por la cual aún sigue imputado Silvio Santi, un ex empleado de la entidad.
Algunos empleados de la Asociación Española que se animaron a romper el silencio en el cual se encerraron desde el lunes al mediodía sostuvieron ante este diario que Zampol "era una persona estricta pero con la que se podía dialogar normalmente. Nunca tuvo problemas grandes con nadie y lo único que hizo fue anunciarle a Fridman una decisión que él no había tomado". En ese marco siguen "sin poder entender que fue lo que realmente pasó por la cabeza de Fridman".
Desde el Círculo Católico, el actual gerente y el presidente de la entidad, Luis Larroque y el juez Luis María Caterina respectivamente, recordaron a Zampol como "una muy buena persona". "Católico creyente, de carácter afable y contemporizador", como lo describió Caterina, había reconocido ante sus ex compañeros que en la Asociación Española "encontró un poco de desorden administrativo pero un buen grupo de gente".
"Lo vi la semana pasada en el centro y cruzamos algunas palabras", recordó Caterina. "Quedamos en volver a vernos, pero bueno, pasó esto y realmente estoy tan sorprendido como dolido".
Por su parte, Larroque recordó que "era un tipo muy colaborador. Aún después de irse del Círculo nos llamábamos para consultarnos", y agregó: "No creo que haya sido una persona rígida, todo lo contrario. Siempre buscaba el diálogo".
El victimario
El médico Eduardo Benjamín Fridman vive desde hace dos décadas con su segunda esposa en un chalet de Julio A. Roca 315, en la zona noreste de Granadero Baigorria. Una esquina amplia, a sólo 300 metros del río y con un parque en el que se distinguen algunos juegos infantiles entre los yuyales que demuestran abandono. "Se instaló aquí cuando se casó con su segunda esposa, que vivía aquí cerca, en la zona del bajo", recordó la dueña de una despensa ubicada a 50 metros del lugar.
Fridman, cuentan algunos pacientes, "se recibió de médico hace 28 años, cuando ya era grande y se costeó la carrera como camillero en hospitales y sanatorios". Conocido como el Gordo o el Ruso, algunos lo describieron como "un tipo bonachón, que se hacía amigo de sus pacientes y no tenía horarios para visitarlos".
Desde que se graduó estuvo vinculado a la Asociación Española y se torna muy difícil reconstruir su historia antes de que empezara a ejercer la medicina. Sus allegados y familiares se han sumergido en el silencio (ver aparte). Sólo otro hecho policial en el cual estuvo involucrado permite descifrar que se dedicó al comercio. Fue el primer día de enero de 1973. Entonces, dos delincuentes intentaron asaltar el negocio que atendía y el ahora médico resistió a los balazos. Uno de los ladrones murió y el otro resultó herido. Poco más tarde la Justicia absolvería a Fridman por haber actuado "en legítima defensa".
Entre los actuales vecinos del médico imputado de homicidio simple, la noticia que volvió a poner el nombre de Fridman en las páginas policiales causó asombro. Pero nadie se compadece del victimario. "Era un ermitaño, no saludaba a nadie, y a la pobre esposa la mantenía encerrada en la casa sin dejarla salir ni a hacer las compras", relató una mujer en la puerta de la despensa vecina.
Frente a la casa de Fridman y bajo un paraíso, una mujer controla el juego de sus hijos mientras se cubre del sol y toma mates. "Yo hace siete años que vivo aquí, lo he visto muchas veces, pero jamás nos hemos saludado. Sólo una vez tuve que recurrir a él por una enfermedad de mi marido y nos atendió tarde, una noche y sin problemas. Realmente no sé qué decirle... es un hombre muy parco", se excusa.
"Yo a la esposa la conocía desde que vivía con su antiguo marido. Después se casó con este hombre, se instalaron a vivir en esa esquina (señalando el chalet de los Fridman) y empezó a salir cada vez menos. Es una mujer mayor, dicen que está enferma pero nadie puede saberlo porque siempre estuvo encerrada", remarca un hombre.que se suma a la charla y que dice vivir en el barrio desde hace años \En el marco de la charla, una mujer recuerda con risas una anécdota que "lo pinta tal cual es", según advierte. "En el 83, cuando la campaña política de Alfonsín él nos ayudaba un poco en el comité del barrio. Entonces nos daba algunos remedios para repartir entre la gente humilde de la zona, pero después descubrimos que nos daba medicamentos ya vencidos".