| | Punto de Vista: Una noche en la cancha de Central
| Orlando Verna
El primer disco de rock que la púa del Winco tuvo el honor de pisar fue "Una noche en la Opera". Antes sólo había escuchado folclore y pasodobles y, pobre, debe haberse sorprendido. Esa mezcla de sonidos eléctricos y coros de voces le puso los pelos de punta a los mayores de la casa. Los 70 transcurrían moviditos entre balas, bombas y pintadas de alquitrán en las paredes. El "Perón vuelve" era una incógnita para una cabeza adolescente que empezó a ver cómo el rock le contestaba algunas preguntas. De la tele ni hablar. Los videoclips no existían y la única posibilidad de ver y oír a bandas como Genesis, Led Zeppelin o Yes pasaba por ir al teatro La Comedia donde Poli Román instalaba una pantalla gigante. Era una especie de rito prohibido, en medio de barbas y camperas de cuero. La vida pasaba entre las obligaciones escolares, manotazos por debajo del slip, milicos y Queen. Ellos eran el futuro. Le habían cambiado la cara a la música progresiva, escamoteándole a la música clásica sus acordes, sus voces, ese halo de seriedad que Kiss, por ejemplo, no tenía. Vendrían otros discos con sus rayones y ruido a huevo frito. "Un día en las carreras", el polémico "Jazz" y "Noticias del mundo", pero con "Get down, make love", no el censurado. Aunque la apoteosis estaba por llegar. Fue un 6 de marzo de 1981 cuando las mamis recomendaron portarse bien y llevar un saquito porque lloviznaba. Renunciables recomendaciones para quienes por primera vez tenían la oportunidad por estos culos del mundo, de ver un recital, pero recital recital. Queen tocaba en Rosario. Con puntualidad inglesa a las 21 las luces del estadio de Central se apagaron y Freddie Mercury se mostró con su bigote nuevo y una campera blanca. Todo una cancha de fútbol lo separaba de la gente. Y dos álbumes, "Flash Gordon" y "The Game", que sonaban a traición. Pero las discusiones se terminaron cuando "Tie Your Mother Down" explotó. Lo demás es parte de las crónicas periodísticas, de esas que nada saben de los placeres guardados en un rincón del corazón.
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