Los caballeros medievales cuando iban a la guerra se colocaban una armadura para protegerse, con goznes y bisagras, que se sacaban al terminar la pelea. Nosotros no somos caballeros medievales, pero cada situación de crisis hace que coloquemos nuestra musculatura en función de armadura. El cerebro estimula por vía nerviosa a todo nuestro organismo, músculos incluidos, para la acción.
La organización psicofísica se coloca en estado de tensión y alerta para hacer frente a la amenaza y/o desafío. De persistir estas situaciones, perdemos el contacto con lo que nos sucede corporalmente y sobrevienen diversos grados de anestesia sensorial, lo cual conduce a disminuir la percepción del estado corporal.
Esa falta de conciencia se traducirá como mayor contractura muscular, cronificándose, y realimentará el circuito: contractura (tensión muscular), cerebro, tensión muscular.
Los espacios articulares y vertebrales necesitan del descanso y la relajación muscular para mantenerse flexibles y evitar lesiones que son un motivo frecuente de síntomas como ciatalgias y neuralgias.
Es en este anestesiarse que se va perdiendo el contacto con nuestro cuerpo y emociones, intentando encontrar las respuestas a nivel mental o lógico. De esta forma la vida se vuelve más rica que un conjunto de conflictos y desafíos permanentes a resolver.
No detener este circuito hace que el riesgo de colapso sea muy alto. Preservarse, esa debe ser la consigna primera. Reflexionar sobre nuestro estado de conflicto, buscar formas de reconquistar el contacto con el cuerpo y las emociones, el placer, la risa, el ocio...
La práctica de técnicas psicocorporales activas y pasivas logra ampliar y aumentar la conciencia corporal y permiten recuperar esa unidad funcional perdida.
Si la secuencia tensión-relajación es enriquecida por la toma de conciencia, se amplia la percepción, se logra configurar una apreciación más sutil del entramado corporal.
Para ello, la respiración acompañada con técnicas de visualización, permite una mayor relajación y profundización. Esto posibilita acceder con mayor asiduidad a sensaciones de placer, generadoras de endorfinas, ya que nuestra psiquis responde a los estímulos sean estos reales o imaginarios.
Nuevos caminos
Es tiempo de nuevos paradigmas; las formas de producción tradicionales están en permanente evolución en todo el mundo. Estas marcan nuevas pautas económicas, políticas, laborales y humanas. Los partidos políticos, las asociaciones intermedias, profesionales, empresariales están en una permanente transformación y con ellas el hombre que las compone.
Este contexto plantea nuevos caminos: la globalización, la actualización permanente de los conocimientos profesionales, personales y de las nuevas tecnologías nos desafían a ampliar nuestros saberes y aptitudes.
Las formas de vincularse entre los individuos están cada vez mas marcadas por la competitividad que por la solidaridad. Esto es una tendencia generalizada entre las naciones y las empresas, y los individuos van conformando el mismo patrón de acción. Esto que se evidencia claramente en la faceta económica va tiñendo todas las relaciones humanas y las del hombre consigo mismo.
Vivimos tiempos de crisis, como dijimos, una crisis que es económica, social, política y cultural. Aunque no haya inflación, el desempleo, la inestabilidad y la precarización laboral, la inseguridad del día a día, la confusión política hacen que nuestros proyectos vitales se vean amenazados, amenazas reales o imaginarias. Para nuestra psiquis son iguales, ocasionan las mismas reacciones.
El hombre en general tiene necesidad de proyectos personales, profesionales y sociales. Sentir con estos proyectos que tiene control y continuidad sobre sus actos presentes y futuros. Cuando el control escapa a sus posibilidades, sólo queda comenzar a defenderse, disociarse para evitar el quiebre. Esto lo logra a costa de su flexibilidad y elasticidad, no solo física, sino también emocional y psicológica.
Ampliando la conciencia podemos percibir nuestra respiración, su calidad y profundidad. Esto permite operar sobre ella y los niveles de ansiedad. En la percepción de las tensiones musculares tendremos una mayor posibilidad de registro y operatividad sobre las mismas. En el logro de conformar un principio de huella psicocorporal personal, tendremos una herramienta valiosa para la detección primaria y prevención.
(Fuente: "Estrés y salud" de la Sociedad
Argentina de Medicina del Estrés)
Silvia Ludín, psicóloga
Daniel Urueña, terapeuta corporal