Año CXXXIV
 Nº 49.304
Rosario,
domingo  18 de
noviembre de 2001
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Operativo Nacional. La Capital acompañó ayer la tarea de dos encuestadores
Los vecinos de la villa esperaron al censista con mate en mano
Paso a paso la labor de una docente que recorrió la villa del barrio La Cerámica

Laura Vilche

"Hola mamita, ¿cómo andás?", "hola profe", "¡hola seño!". A las 8.15 en el corazón mismo de la villa del barrio La Cerámica, al norte de la ciudad, los saludos al paso de la censista retumban tanto como la cumbia. Marcela Bevilacqua (28) es docente desde hace 7 años de la escuela Nº1.315 (Unión y pasaje Uno), un establecimiento de 500 alumnos que queda a sólo cuatro cuadras de una de las dos manzanas que le toca censar.
Camino a la primera casa -con planillas en mano, bolso plástico que reza Censo 2001 y el guardapolvo blanco que vale en estos casos más que cualquier credencial identificatoria- la maestra es recibida familiarmente y con mate. "Hola Marcela, pase, pase", la bienvenida incluye un beso en cada mejilla por parte de Jerónimo Mansilla (58), su mujer Gregoria (44) y el más pequeño de sus cinco hijos, Pedro (10).
La casa de los Mansilla, de bloque y techo de chapa, tiene un terreno amplio en el frente donde se mezclan escombros, muebles viejos, plantas y tres gatos flacos. En lugar de puerta, una cortina, y ahí mismo, en la entrada, la entrevista que durará, en cada caso, tanto como la cantidad de hijos que tenga la familia:
-¿Baño o letrina?
-Baño.
-¿Con inodoro?
-Sí.
-¿Botón o cadena?
-No, nada.
-¿Cocina?
-Tenemos, pero nos falta comida para cocinar (risas).
El que toma la palabra al momento de responder en esta casa es el jefe de hogar. Dirá que tienen heladera con freezer y lavarropas común, pero ni TV, ni cable. Contestará que ningún integrante de la familia tiene aportes jubilatorios ni obra social. Bromeará al decir que éste es su primer matrimonio "y el último". Se lamentará al señalar que está tan desocupado como sus cuatro hijos más grandes, y pedirá que esto se resalte en algún lugar de la planilla. Su mujer también contestará que no sabe leer ni escribir, que es la única que trabaja -en el comedor de la iglesia del barrio por 100 pesos al mes- y que perdió cinco de los once hijos que tuvo.
"¿Qué tal estuve?", pregunta la censista cuando finaliza la tarea. "Estuviste genial", le responde la mujer de la casa.

Nueve y el loro
Pegada a la vivienda de los Mansilla y sentado en la puerta, está Enrique, de 64 años. "Buen día, soy la censista, ¿usted vive acá?", pregunta Marcela. "Sí, con mi hija, llame acá al lado", señala el hombre al que toda la familia se referirá como "el abuelo".
El típico golpe de palmas a manera de timbre, y de una construcción muy similar a la anterior salen Víctor, empleado de una pizzería, María, ama de casa, y tres de sus seis hijos. "¿Son nueve en la familia?", es la pregunta informal de la censista. "No, somos diez con el loro. Se llama Diego", contesta el padre mientras señala al pajarraco.
Pregunta va, respuesta viene. La escena se completa con la mirada de los curiosos que pasan por la calle: hombres con sus carros de cirujas, chicos, un verdulero ambulante y más de un perro. "¡Sacame una foto mi amor!", pide un muchacho a La Capital mientras posa con las manos en la cabeza. "No le hagan caso, siempre el mismo bromista... Ese es el «Pata de Roña»", se disculpa el dueño de casa.
Desde el medio de la calle alguien lanza la pregunta: "Señorita, ¿cuándo pasa por mi casa? ¿No me puede censar ahora que me tengo que ir?", interroga impaciente un vecino que todavía debe esperar que la maestra pase por seis casas antes de llegar a la suya. "Espéreme un ratito, no puedo saltear el orden", explica didácticamente la docente.
La tercera casa que le toca censar a Marcela es minúscula, pulcra, con piso de tierra y toda de chapa. De adentro saldrá Mirta, de 22 años, y su hijo Cristian, de tres. Ella contestará también por su compañero, Manuel, de 21. Después vendrá el turno del padre de Mirta, quien vive al fondo del terreno y se encarga de adelantarle a la censista: "Maestra, mire que yo tengo once hijos, así que a mi casa venga armada de paciencia".



Víctor y María responden preguntas en Villa Cerámica.
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