Sergio Faletto
Por una cuestión de dignidad la resignación no puede formar parte del folclore. Y menos cuando se trata de fútbol. Conformarse con empatar implica desobedecer a la razón y adormecer la pasión. Porque un hincha de verdad siempre quiere y siente ganar. Y mucho más un clásico. En el que la victoria fortalece el orgullo de pertenecer. Entonces sería saludable que haya un cambio de actitud en las hinchadas de Rosario para que el fútbol de la ciudad recupere el honor y la hidalguía que alguna vez ostentó y que tantas satisfacciones deparó. Pero si no hay exigencia del público no habrá esfuerzo para transformar esta aburrida realidad. Está claro que la pobreza no es argumento válido para dejarse morir. Y mientras el conformismo siga invadiendo a los unos y a los otros, Rosario seguirá condenada a ser una ciudad futbolística de tristes corazones. Resulta inadmisible que los clásicos continúen disputándose de esta manera, sin osadía, sin el mínimo atisbo de creación, sin siquiera el valor para defender el honor, ese honor que se forjó a través de los años gracias a la entrega inclaudicable de jugadores que se mataban en los entrenamientos para salir a derrotar en la cancha al tradicional rival. Los nostálgicos dirán "qué tiempos aquellos", los escépticos se aferrarán al "no habrá ninguno igual", los conformistas reiterarán "es lo que hay", y todos ellos confrontarán con los hinchas de verdad que cantarán que "esta tarde cueste lo que cueste, esta tarde tenemos que ganar". La sociedad de mediocres vivos seguirá sosteniendo un folclore absurdo e impropio de la tradición futbolística rosarina, que se basa en una estadística que paradójicamente refleja la satisfacción de no perder, pero que oculta la vergüenza de no poder ganar. Pero ante esto es menester que el reservóreo de hinchas dignos exija volver a las fuentes. Porque en cualquier parte del mundo, y más en la Argentina, un clásico se sale a ganar, cualquiera sea el estadio, las circunstancias, el torneo y el lugar en la tabla de posiciones. Por suerte el hincha honorable todavía existe y cree, y este domingo ofreció un indicio, ya que varios rojinegros y canallas coincidieron en retirarse fastidiosos porque su equipo no ganó y porque ni siquiera tuvo la actitud de buscar el triunfo, independientemente de esa ridícula racha que todavía sostienen los conformistas. Rosario merece un fútbol mejor. Y puede lograrlo. Pero para eso debe decidirse a salir a ganar, porque empatar es el consuelo de los cobardes.
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