Los familiares de Julio Leandro Alfonso, el chico de 22 años que apareció muerto en una casa de la zona sur en extrañas circunstancias, no saben cuándo murió. Como nunca se estableció qué día de noviembre el chico perdió la vida en la casa de Rui Barboza 218 en la que vivía con otras cuatro personas, no pueden recordar el aniversario de su muerte. Por eso eligieron hacerlo hoy, cuando se cumple un año desde que el chico fue visto con vida por última vez, con un acto frente a los Tribunales provinciales donde juntarán firmas para solicitar que "se descubra la verdad material sobre la muerte de Julio".
Al frente de esa manifestación -que comenzará a las 9 sobre las escalinatas de Balcarce al 1600- estará la madre del joven, María Cristina Caminos. La mujer tiene fuertes sospechas de que a su hijo lo mataron y no deja de reclamar que el caso sea investigado como una muerte dudosa en lugar de suicidio. Pese a que vive en Buenos Aires con una familia numerosa -tiene 8 hijos- y escasos recursos, María Cristina sigue de cerca la causa penal que investiga la jueza Susana Portillo de Pigliacampo, para saber por qué hay tantos cabos sueltos en torno a la confusa muerte del joven.
La mujer tiene la certeza de que a su hijo "lo mataron las personas que vivían con él". El chico apareció colgando de una viga en el galpón ubicado al fondo de la vivienda que compartía con la segunda esposa de su abuelo, Alfonsa Deidamia López, y los familiares de la mujer: su sobrino, su hija y su yerno. Desde que falleció el abuelo del muchacho en 1997 la relación con esas personas "era tensa, distante y conflictiva", reconoció Caminos.
"El no era dueño de tocar la heladera ni el lavarropas. Ellos le mezquinaban la comida y si usaba la cocina se enojaban. Una vez Julio hizo una denuncia porque lo golpearon", describió la mujer, que sospecha que a su hijo lo asesinaron para adueñarse de la vivienda.
El 13 de noviembre del año pasado, unas veinte personas del barrio vieron ingresar a Alfonso a esa casa y desde entonces nadie más supo de él. Cinco días después María Cristina viajó a Rosario y lo buscó por cielo y tierra. En los habitantes de la casa de Rui Barboza 618 sólo encontró respuestas confusas y contradictorias. "Acá no está", "le lavamos la ropa por si está en algún hospital", "en esta casa nunca pasó ni va a pasar nada", decían.
Esa misma noche María Cristina decidió guiarse por su intuición: "Le dije a mi hermano: «A Julio lo tienen en el galpón. Vamos a buscarlo». Cuando llegamos había un mundo de gente. Bomberos, policía, peritos... Y mi hermano enseguida me dijo: a Julito te lo mataron", recordó.
Pero la mujer no sólo se basa en sus pálpitos para pensar que Alfonso fue asesinado. El lugar y la forma en que fue hallado el cuerpo, la actitud de las personas que convivían con él y los puntos oscuros de la pesquisa policial reafirman sus sospechas.
El cuerpo de Julio colgaba de una viga pero los pies tocaban el piso. Tenía una avanzada descomposición y un golpe en la cabeza. La única puerta del galpón estaba cerrada con candado del lado de afuera y -debido a su estatura y contextura física- el joven no podría haber ingresado por la ventana.
Los habitantes de la casa habían convivido con el cadáver varios días sin percibir el fuerte olor a putrefacción que sí habían percibido los vecinos. Al día siguiente abandonaron la casa.
Ese mismo día, María Cristina recibió un macabro "regalo" de esas personas: "Me regalaron un nicho para mi hijo, cuando ellos lo tuvieron una semana muerto. ¿Para qué quiero un nicho si a mi hijo ya no lo tengo?", dice María Cristina casi sin terminar la frase porque la interrumpen las lágrimas. Nunca más volvió a ver a las personas que vivían con su hijo. Tampoco fueron citados a declarar como testigos en la causa judicial.
Irregularidades en la investigación
La madre de Alfonso y su abogado, Armando Pereyra, enumeran además una serie de irregularidades de la investigación: el médico forense estableció tres fechas probables de muerte (13, 15 o 16 de noviembre), la junta médica que dictaminó el suicidio se basó en el examen de fotografías, una pericia policial estableció que la soga de la que colgaba el cuerpo no se deslizó apretando el cuello del muchacho, y las fotos policiales del cadáver habrían sido tomadas con anterioridad a la fecha formal del hallazgo.
Por estas circunstancias, María Cristina sospecha que podría haber existido complicidad policial para ocultar un crimen: "Dos hijos de Alfonsa López trabajan en la policía. Uno en el Comando y el otro en Drogas Peligrosas. Y ellos taparon todo", señaló.
Y aunque no pierde las esperanzas de conocer la verdad, asegura que ya no cree en la Justicia: "No sirve para nada. La Justicia es para los ricos, para el que tiene plata. Porque si sos pobre no sos nada. Pero así tenga que luchar contra el presidente para saber la verdad, mientras viva lo voy a hacer".