Herbert Winkler
Washington. - En el conflicto en Afganistán, Estados Unidos afronta ahora un dilema que no deja de ser curioso. Por una parte desea expulsar a los talibán de Kabul, sin embargo le resultan inoportunos los demasiados y muy rápidos éxitos de la Alianza del Norte, la principal fuerza opositora. Esa es la razón por la que el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, se ha manifestado en contra de que las tropas de esta fuerza opositora tomen la capital afgana, Kabul. Esta ciudad debería quedar abierta a todas las fuerzas políticas, que luego podrían gobernar en el disputado país. La amenaza del invierno que se avecina y el llamamiento internacional para que se tenga en consideración el mes sagrado del ayuno musulmán, el Ramadán, y se detengan los bombardeos dejan traslucir más presión que conveniencia. También pesan las consideraciones políticas. Bush subrayó que el deseo de que de la Alianza del Norte permanezca a las puertas de Kabul fue acordado con el presidente de Pakistán. La principal fuerza opositora en Afganistán levanta muchas sospechas en el gobierno paquistaní. Está integrada principalmente por minorías y, de los 27 millones de afganos, entre el 50 y el 60 por ciento pertenecen a la etnia pashtún. Pakistán apoyó a los talibán para expulsar a la Alianza de Kabul en 1996. Tampoco ayuda el sangriento pasado de la Alianza, acusada por los activistas de derechos humanos de haber asesinado a miles de inocentes. Que justo esta fuerza dé el toque de gracia en la conquista de Kabul no figura entre los intereses de Musharraf. Desde que comenzara la acción militar estadounidense en Afganistán, la administración Bush se ha esforzado de modo intenso para crear una coalición que gobierne en la era post-talibán. Uno de los puntos que se tienen en cuenta es la posibilidad de no repetir el varias veces fracasado experimento de un poderoso gobierno central en Kabul. Expertos como el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger consideran que un sistema descentralizado con amplias autonomías territoriales es la única vía que promete éxito. Una "Gran Asamblea" que aúne todos los grupos a modo de consejo podría elaborar una nueva constitución y estructuras gubernamentales. En ella incluso el último rey, el anciano Zahir Shah, podría desempeñar un papel. (DPA)
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