La Organización Mundial del Comercio (OMC) inició ayer en Doha (Qatar) su cuarta conferencia ministerial, con la intención de conformar un marco general para el lanzamiento de una nueva ronda de liberalización económica. En las expectativas previas de la mayoría de las 142 delegaciones que llegaron al pequeño país asiático existen serias dudas sobre las posibilidades de alcanzar un nuevo acuerdo.
Los principales bloques económicos dejaron en claro antes de llegar a Qatar que no resignarán terreno si no reciben algo concreto a cambio, máxime cuando las perspectivas de crecimiento a nivel mundial se van ralentizando.
La aparente buena voluntad de todos los países para limar las diferencias que les separan lidia con muchos problemas que aún quedan por resolver, en especial los referentes a la agricultura o la protección de la propiedad intelectual, estrechamente ligada al acceso a los medicamentos.
El cónclave es el primero luego de los atentados del 11 de septiembre en los Estados Unidos, y se realiza justo en el país que ejerce en estos momentos la presidencia de la Organización de Conferencia Islámica (OCI), muy cercano a Afganistán. Los negociadores todavía conservan fresco en sus retinas las manifestaciones de las organizaciones antiglobalización en Seattle, que desembocó en un rotundo fracaso para el lanzamiento de la denominada "Ronda del Milenio".
Las autoridades qataríes en esta ocasión instauraron un imponente sistema de seguridad y bloquearon el ingreso al país de numerosos grupos no gubernamentales, dejando pasar sólo a 600 personas. Ante esta situación, las agrupaciones decidieron levantar el foro antiglobalización en Beirut (Líbano) al mismo tiempo que se realizarán protestas en numerosas ciudades en todo el mundo.
En este escenario geopolítico, los ministros discutirán un borrador elaborado por el presidente del Consejo General, Stuart Harbinson, que incluye tres proyectos: uno de declaración ministerial; otro sobre las preocupaciones relativas a la aplicación de Ronda Uruguay; y el tercero sobre propiedad intelectual y acceso a los medicamentos.
Los tres documentos de declaraciones dejaron en claro que será difícil que las profundas diferencias entre los distintos actores puedan ser superadas en la reunión de Qatar. Hasta último momento los embajadores de la OMC buscaron alcanzar un principio de acuerdo pero no tuvieron éxito.
Uno de los temas clave será la agricultura, que enfrenta a países de la Unión Europea, Japón, Noruega y Suiza contra los principales productores agrícolas, reunidos en el llamado Grupo de Cairns, integrado entre otras naciones por Argentina, Australia, Canadá, Brasil, Chile y Sudáfrica, apoyados por Estados Unidos.
El borrador de declaración ministerial indica la necesidad realizar negociaciones centradas "en una mejora substancial del acceso a los mercados (agrícolas), la reducción, con vista a su desmantelación por etapas de todas las formas de subsidios a la exportación y sustanciales reducciones en las medidas de ayuda doméstico que distorsionan el mercado".
La Unión Europea está en contra de un desmantelamiento total de los subsidios a la exportación, aunque si estaría dispuesta a reducirlos bajo la condición de que otras medidas, como los créditos a la exportación empleados por Estados Unidos, también se reduzcan.
Para el Grupo de Cairns, que persiguen la supresión de todo tipo de ayudas a la agricultura, el borrador tiene algunas deficiencias y no es lo suficientemente ambicioso.
El tercer tema conflictivo en el plenario de Doha es la relación entre el acceso de los países pobres a los medicamentos esenciales a precios acequibles y la protección de los derechos de propiedad intelectual sobre las patentes de fármacos.
Los países en desarrollo quieren una clarificación del acuerdo de la OMC sobre temas de comercio relacionados con la propiedad intelectual (Trips), que no debe socavar la legitimidad de los países para formular sus políticas de salud, ni impedirles acceder a los medicamentos para tratar enfermedades como el sida.
Sin embargo, Estados Unidos, Suiza y Japón, todos ellos con una importante industria farmacéutica, se oponen a cualquier cambio en el Trips, porque ya prevé las excepciones necesarias para casos de emergencia sanitaria.
La creación de un nuevo ciclo de negociaciones para eliminar trabas al comercio fue presentada por el director general de la OMC, Mike Moore como "La ronda del desarrollo". Los defensores de una nueva ronda dicen que esta es la forma ideal para propiciar el crecimiento económico en un momento en el que el mundo se enfrenta a una recesión.
Pese a los beneficios, que según Moore, tendría una nueva ronda para los países pobres, algunos de ellos anunciaron que podrían oponerse a ella si no ven reflejadas sus necesidades.
Países de este bloque como India, Pakistán, Malasia y el grupo africano (Bangladesh y Egipto, principalmente) consideran que aún no vieron los beneficios que se les prometió con la Ronda de Uruguay (el anterior ciclo de liberalización) y dicen que algunos de aquellos acuerdos son injustos.
Además denunciaron que se enfrentan a grandes problemas para aplicar los compromisos adquiridos en la Ronda de Uruguay (1986-1994), que ya fue uno de los motivos que hizo fracasar la ministerial de Seattle y piden que se les den facilidades para hacerlo.
Lo cierto es que los principales bloques económicos, Estados Unidos y la Unión Europea, en los papeles estuvieron de acuerdo en reducir los subsidios pero desde la crisis desatada en Asia en 1997 incrementaron las ayudas por encima de los límites establecidos en el "Acuerdo sobre la Agricultura" (ver aparte).
Argentina deshoja la margarita
Los negociadores argentinos reconocieron que las posibilidades de arribar a un acuerdo son "sumamente duras" y admitieron que el paper que llegó a Qatar está "bastante lavado". De todas formas, la decisión de la delegación argentina parece estar atada al Mercosur y así jugar a dos puntas entre Estados Unidos y la Unión Europea para sacar algún provecho.
Porque más allá de las negociaciones agrícolas, ambos bloques económicos apuntan a conseguir una posición de privilegio con el Mercosur. En particular en lo referente para acceder al mercado de servicios y compras gubernamentales.
El presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, en esta carrera intentó por todos los medios alcanzar la aprobación en el Congreso del Track Promotion Authority (TPA), el fast track, que lo habilite para negociar con terceros países o bloques sin la necesidad de la venia del Poder Legislativo. Su intención es tener esta herramienta antes de una nueva negociación multilateral.
En tanto, el número uno en Agricultura de la Unión Europea, Franz Fischer, buscó en su reciente gira por el Mercosur acelerar también las negociaciones antes de una ronda global, dibujando una serie de concesiones que en la realidad no son tales. Ya que la propuesta de una apertura escalonada del 90% de los mercados en diez años excluye a los principales productos agrícolas que exporta la Argentina y los países del bloque, otorgando sólo algunas cuotificaciones a ciertos productos como sucede en la actualidad con la Hilton.
En definitiva, el funcionario pregonó por estas tierras la apertura de bienes y servicios pero reafirmó el proteccionismo creciente para la agricultura, acotado sólo por presiones de algunos socios europeos que no quieren seguir pagando impuestos para destinarlos a un sector ineficiente.
Con estos antecedentes, los negociadores argentinos en Qatar viajaron con la intención de mover las fichas en esta dirección y pivotear entre ambos bloques para sacarle el mayor jugo, y mostrarse firmes a la hora de rechazar cualquier documento que no signifique una mejora cualitativa para uno de los pocos sectores en que la Argentina es competitivo.