Daniel Melingo y Los Ramones del Tango se presentaron el jueves último, en el Centro de Expresiones Contemporáneas, con un espectáculo que reunió a más de doscientos jóvenes que aplaudieron, de pie, la propuesta.
El ámbito, muy apropiado para una reunión tanguera, ya que la atmósfera portuaria es uno de los paisajes naturales de la música ciudadana argentina, fue bien elegido por los organizadores. El show que debía comenzar a las 21, recién se inició a las 21.40 con la presentación de Tango Catástrofe, grupo rosarino que ofreció un set con obras de Astor Piazzolla, composiciones propias y temas de Eduardo Rovira. El repertorio del quinteto lo ubica entre las nuevas huestes tangueras que se internan en el género ciudadano tras ingresar por las puertas piazzolleanas.
A las 22.30 subieron al escenario Los Ramones del Tango. Con Fernando Rezk (bandoneón), Santiago Fernández (guitarra), Javier Casalla (violín) y Patricio Cotella (contrabajo). Tras algunos compases de "Barrio", apareció el esperado cantante y compositor Daniel Melingo, enfundado en un traje negro, con camisa y brillantes zapatos del mismo color. Sin la oscura melena que lo acompañó hasta hace uno meses y luciendo un pulcro corte de cabello que destacan las canas de la madurez, el cantor se arrimó al micrófono y comenzó a desgranar los versos de la canción.
Tras su paso por el rock el músico que se inició en el tango con su primer álbum "Tangos bajos" (1998) se muestra como un artista polifacético. El tango, que pareció esperarlo a la vuelta de una esquina de su actual barrio de Palermo, fue una especie de regreso a los orígenes, ya que esa fue la música que escuchó durante su infancia, que transcurrió en casa de sus abuelos paternos.
Un show nada convencional
Quien vaya a ver un cantor de tangos convencional no lo va a encontrar escuchando a Melingo. Tampoco quien busque un tanguero clásico y formal lo hallará en el personaje que compone el músico sobre el escenario. El artista levita entre el piso de la realidad y el cielo de sus fantasías. En ese franja ajena a las leyes de la física elabora su mensaje casi sin voz y con pocos recursos teatrales.
En ese espacio tan medido para la expansión vocal y dramática, el compositor y cantante va armando un personaje que, a la larga, resulta simpático porque se mete con los temas clásicos del tango (el tipo marginal, el dolor, la bronca y la ironía) apoyado por un solvente cuarteto de músicos que suena muy bien. Lo difícil de establecer es si Melingo canta de la manera que lo hace por imposición de su personaje o porque no puede hacerlo de otro modo. De cualquier forma tratar de desentrañar el misterio conduciría a una discusión bizantina ya que, así como lo hace es como le gusta a su público, integrado por una aplastante mayoría de jóvenes, que lo aplaude y lo viva tras cada interpretación.
El extenso repertorio que presentó el ex Twist incluyó muy buenos temas como "Sin luna", (que interpretó sumándose al grupo con su guitarra), "Este cuore" y "El garrón", una filosófica y sentida composición que combinó con otras en las que las letras no llegaron al mismo nivel. La original forma de componer, basada en el estilo musical de los tangos del 20 y el 30, incluye finales abiertos y pasajes donde la melodía se abre y se diluye como volutas de humo.
El creciente éxito de Melingo entre la juventud que se vuelca al tango parece ponerlo a salvo de la sentencia que nutre una de sus composiciones: "Al que cruza el destino con luz roja/no le falta quien le haga la boleta".