El mismo sistema educativo en donde suele nacer la discriminación de géneros para la carrera del investigador deja espacios y provee herramientas para cambiar la ecuación en la ciencia y la tecnología. "El sistema no es perfecto: influyen tanto las mujeres que siguen consolidando el machismo, como las que se expresan con libre albedrío. No hay un estereotipo puro", dice la investigadora Graciela Morgade. El cine ha mostrado hasta el hartazgo escenas en la que una científica de imagen asexuada se suelta el cabello y se quita los lentes como paso obvio e imprescindible para convertirse, recién entonces, en mujer atractiva para su ocasional admirador. Experta en género en la educación, Morgade considera que la escuela ha funcionado en general como un dispositivo -en palabras del francés Michel Foucault- para reproducir un sistema y, por ello, todo se plantea allí de manera más tajante que en el resto de la sociedad. Pero, al mismo tiempo, el vínculo con el conocimiento -explica- se construye desde la niñez, incluso en los juegos, y se puede generar cambios desde el mismo ámbito educativo donde se demoró el acceso de la mujer a la universidad hasta el siglo XX. "Lo que pasa es que la ciencia se construyó en un ámbito muy anterior al siglo XX, con un estereotipo de ámbito lejano, distante y frío, que combinado con los antiguos prejuicios sobre la irracionalidad de la mujer la alejó", afirma Morgade. (Télam)
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