Las investigadoras argentinas ganan presencia en laboratorios y gabinetes, pero como en todo el mundo son víctimas de un efecto que las ralea de los niveles de poder en la ciencia y la tecnología. "Como esas pipetas llenas de líquido que dejan caer de a gotas, así las mujeres engrosan la ciencia pero apenas llegan a los puestos de decisión", grafica Gloria Bonder, responsable de los estudios regionales sobre mujer, ciencia y tecnología de la Unesco.
Sin que suene como consuelo para el país, Bonder explicó que la Unesco investiga el asunto porque es una cuestión universal y que necesitó datos precisos para permitir después recomendaciones y políticas activas que hoy ya se aplican.
En Argentina, según un informe preliminar de María Eliana Estebanez, Daniela De Filippo y Pablo Kreimer (Instituto de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología), cuatro de cada diez investigadores y más de la mitad de los becarios del Conicet son mujeres, aun cuando poco más de un tercio de la población económicamente activa del país es femenina.
En términos estructurales -indica el trabajo- la mayor participación de las mujeres en investigación se da en universidades nacionales, donde son casi la mitad del total. Sin embargo, dicen los investigadores, la situación cambia drásticamente cuando se analiza la participación diferenciada por sexo en instancias de poder: las mujeres están sub representadas en casi todas las instituciones.
Aunque Adriana Puiggrós llegó a la Secretaría de Ciencia y Técnica nacional (Conicet), el estudio indica que el promedio de participación de las mujeres en instancia de poder en las instituciones de investigación era en los 90 de alrededor del 10 por ciento.
Barreras institucionales
Para Bonder, hay varios estudios pero hacen falta otros cualitativos que expliquen por qué si hay más mujeres en carrera y que se reciben no llegan al mismo desarrollo que los hombres en la ciencia y la tecnología. Los expertos mencionan "barreras institucionales" sutiles que crean lo que en inglés se conoce como chilly climate, o clima gélido para las mujeres, en el que se erigen ya no sólo los renombrados techos de cristal (glass ceiling): también muros (glass walls)".
En la ciencia, específicamente, lo que desmotiva, primero, e impide, después, la llegada de las mujeres a lo más alto es una combinación de creencias, pero también de normas y procedimientos. Blonder cita problemas prácticos de tiempo dedicado a la tarea en horarios complicados para una mujer con compromisos familiares, pero además actitudes como reclamarles más capacidad y competencia que a los hombres para ocupar el mismo puesto.
Bajo los techos de cristal que le impiden llegar sin que haya leyes escritas, el mundo de la ciencia levanta muros laterales, apenas visibles, que las empuja a determinadas áreas y las aleja de otras.
Las científicas reciben menos pagas que sus colegas hombres. Por eso también tienden a dedicarse a la educación y, así, a su vez, no llegan en la mayor proporción a los puestos de decisión. (Télam)