Fernando Gabrich
Si algún cineasta anduvo ayer por el Gabino Sosa, seguramente pensó que lo que estaba viendo, especialmente del lado charrúa, era un film de lo que en el ambiente cinéfilo se denomina terror psicológico. Si algún novelista se hubiera sentado ayer durante la cálida tarde rosarina en las plateas de Virasoro y Juan Manuel de Rosas, es muy probable que haya creído que lo que hacía el equipo local ante Defensa y Justicia era la reproducción textual de una obra de Stephen King. Si algún analista económico fue invitado a ver el partido, finalizado los 90 minutos, llegó a la conclusión de que el equipo del Gordo Palma está como el país: sin recursos y a punto del default. Porque Central Córdoba jugó el peor encuentro en lo que va del campeonato. Fue una producción tan desalentadora e inoperante que ni la excusa de la floja actuación del árbitro Diego Abal sirve para justificar un claro y contundente 0-3. Córdoba saltó al terreno con la premisa y la obligación de ganar. Su comprometida situación no le permite otra cosa. Pero a pesar de las buenas intenciones, nada de eso ocurrió cuando sonó el pitazo inicial. Defensa y Justicia se adueñó de la mitad de la cancha y sacó provecho de una defensa charrúa que cometió todos los errores habidos y por haber. Así, llegó el gol. Un desborde por derecha de Zuleta (protestado por supuesto offside) y la entrada de Pablo Casado que con un toque suave doblegó la débil resistencia de Gallego. Algún optimista de la platea, gritó "vamos que lo damos vuelta". Puro optimismo desmedido. Porque Córdoba no estuvo ni siquiera cerca de empatar. Pelotazos frontales para el pobre Tele Medina eran la única arma de guerra. Encima las torres defensivas del visitante se cansaron de despejar de aire. Y cuando el Tele pudo ganar algún centro, chocó con la resistencia del seguro Figueredo bajo los tres palos. Lo mejor de los charrúas estuvo en los minutos iniciales del complemento. No por juego creativo. Sí por empuje. Pero la presión duró poco y se desinfló cuando Pablo Casado le pegó con la pelota en movimiento un tiro libre desde 35 metros y la metió por encima de Jeremías Gallego. Un golazo que debió ser anulado porque el balón no estaba detenido. Injusticia para Córdoba, pero no para el marcador. Después llegó lo peor. Un equipo sin alma que no supo cómo llegar al descuento. Para colmo, los delanteros visitantes disfrutaban de los espacios. Y así llegó al tercero. Un gol anecdótico que le puso fin a una tarde que no daba para más.
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